lunes, agosto 31

Historias contrafactuales





El otro día [por ahí de octubre del año pasado, je] estaba leyendo un número de letras libres en la que Humberto Beck especula acerca de la historia contrafactual, es decir, los posibles futuros que pudieron haber existido, modificando un hecho determinante que originó el presente tal y como lo conocemos. En sus propias palabras:




Se conoce como historia contrafactual el ejercicio de imaginar escenarios alternativos que respondan a la pregunta “¿Qué hubiera pasado si...?” La historia contrafactual es, simultáneamente, un método de análisis historiográfico y un género de creación literaria. Opera en dos momentos. En el primero se identifica un punto de divergencia con la historia real (una bifurcación significativa, la supervivencia o muerte de un personaje, la derrota o victoria en una batalla crucial). En el segundo se realiza la reescritura de la historia de manera consecuente con los cambios introducidos por la divergencia.



I
Una, que me pareció bien interesante, especula sobre cómo sería el México no conquistado, sin el yugo de la colonialización. Muy acertadamente, dice, se llamaría Costa indómita y su cultura sería tan conocida y respetada como la del lejano oriente y por lo mismo, tendríamos un plus, plusísimo: la inexistencia del autodesprecio.

Nomás de imaginarlo hasta se antoja, dejar de seguir modelos y en cambio ser el modelo que se imita. Adiós a la búsqueda del american way of life, adiós a que la presunción lleve el nombre de Europa Occidental, pero sobre todo, adiós a las frases harto conocidas por denostantes, que en alguna parte llevan el adjetivo más nefasto (y al parecer no políticamente incorrecto): indio.

Claro que con eso no existirían vergonzosas glorias de la política nacional como 'El problema de los indios es que son borrachos' o 'Si quieres saber quién es un indito dale un encarguito'.

Ficción histórica, tan sorprendente como la ciencia ficción.

II
Trasladando ese ejercicio a la vida propia, se vale imaginar que hecho cambiaría completamente el rumbo actual. Algo que puede parecer tan mínimo como una gota de agua lo cambia todo y es que esa gota de agua puede traer una larga cadena de lluvias tras de sí.

Personalmente lo sé (o lo intuyo) que sin esas Historias Extraordinarias que me dio mi abuela y aquella primera tarde ociosa donde se dio mi encuentro con El Padrino II, Scarface y La sociedad de los poetas muertos, esta Ana sería otra.

Luego la elección de la carrera y especialmente el cambio de universidad, trajeron una avalancha de cosas que van de la manita, veamos:

Decidida a cambiar de giro de la materia penal, me cambié de universidad. Ahí, donde la gente era más accesible, pedí hacer el servicio social en la Economía, en la UPCI, para cositas de comercio exterior. La recomendación fue para un área medio desconocida que nadie solicitaba y que en años no había tenido chamacos de servicio social. En ese lugar había más chance de conseguir un trabajito, pero el nervio me invadía porque estaba a punto de terminar y no quería llegar al extremo de colgarme un cartel en el cuello afuera de niños héroes con el clásico "se lleban divorcios, arrendamientos y lanzamientos"... y demás vericuetos que ni me gustan ni se me dan.

Luego vino la terminación de mi servicio y la mordedera de uñas para que me contrataran. La suerte (o el destino ciego a las culpas, diría Borges) me ayudó a no tardar mucho en encontrar algo. Cerca de mi trabajo entré a una escuela ninjutsu en donde conocí a un sujeto que luego él me presentó a la Defeña y por ella conocí a buenos amigos bloggeros y entre esos bloggeros hasta rumi encontré. Por fin el asunto de las mudanzas dejó de ser vivir en una casa que no se siente como propia.

Esa mudanza (que prometía ser el paraíso blogeril y que terminó siendo el paraíso de nuestro par de gatos) y una invitación con poco quórum al Vicio es lo que ahora me tiene aquí. Pensándolo bien, me alegra que casi nadie haya respondido esa invitación...

¿Cuál será tu historia contrafactual?

Y a todo esto, feliz día del blog!

3 comentarios:

MIGUEL ANTONIO LUPIÁN SOTO dijo...

Buena forma de celebrar el día del blog, ¡excelente!
Pues yo estoy aquí por la calentura de mis padres... ¡jo!
Mi afición por los libros y el cine se los debo a Tiempo Lunar de Mauricio Molina y a esas grandiosas películas ochenteras como la hsitoria sin fin, los cazafantasmas, los gremlins... respectivamente.
El accidente automovilístico fue un punto importante ya que decidí hacer realmente lo que me gustaba; de ahí que tomé el diplomado y luego, en mi afán de dejar de ser antisocial,a cepté una invitación al Vicio y ahora estoy aquí comentando este post.

Montserrat Algarabel dijo...

Hmmm...qué pregunta tan sugerente... Pues creo que en gran medida mi vida es lo que es porque mi padre sobrevivió a un accidente de carretera casi fatal cuando yo tenía 8 años. Si mi jefecito santo se hubiera ido entonces al Reyno de la Belleza Divina nunca me hubiera llevado a la Cineteca a ver To Live and Die in LA (y hartos otros thrillers que tanto le gustan) y no me hubiera convertido en cinéfila desaforada. También creo que de no haber andado de curiosa y por eso haber leído Lolita -que un cuate me encargó sacar de la biblioteca- tal vez no hubiera descubierto a Nabokov y sus novelas que tanto disfruto; si no hubiera andado en la maestría con cierto latinoamericanista no hubiera cambiado mi tema de tesis y seguiría rompiéndome la cabeza con la cultura política y la transición democrática (inexistente). Ah, y si un germano que esparce su lengua por estos lares no hubiera aparecido un día frente a mi puerta con dos gatos bajo el brazo (gatos que encontró mi amiga Chío un día que... esto da para otra historia contrafactual), no estaría infatuada con el muy mentado germano, ni tendría a Milagros y Pingüino, ni hubiera descubierto la maravilla que es David Foster Wallace...
Zaz, ora si me descosí...
Saludos, n.

La Rumu dijo...

Gracias por sus historias, ahora que hubiera pasado si ese hecho determinante faltara...
Tal vez sería algo tan predecible como Anette Benning en Belleza americana, jijiji.
Salud!