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miércoles, agosto 25

Y ahí va uno de pendejo...

Antes de atravesar la línea de sombra, esa en la que según se pierde la ingenuidad, ahí va uno de pendejo, creyéndose que los amigos que ha escogido se van a quedar un buen tiempo a su lado.

Y sigue uno de pendejo, creyendo casi imposible que su amigo mute a una cosa casi detestable. No exagero, hay quien se convierte de una pacheca relajada en una cover girl que lanza sin pena la palabra 'naco' tantas veces como puede. (Excommie dice: Gooeeii, ese naco que se pasó el alto. Goooeeei, es que me gusta comprar todo en Palacio, hasta el jamón).

Ingenuo, uno se cree exento de la traición porque (se insiste para sus adentros) ha elegido bien a su banda.
Y ahí sigue uno con sus pendejadas. Suerte que no todos son iguales, pero mientras bonita la chinga que acomodan.

Luego viene un zarpazo y luego otro. Que si uno los vio o les contestó feo, que si esto, que si aquello.
Se van amigos, otros vienen, dice Calamaro en una de sus canciones. Lo malo es que los amigos no se suelen ir como los malos amores: con una sonora mentada de madre o con las razones más que puestas para no querer verlos más. Los amigos a veces se van en forma abrupta y cuando uno cae en cuenta del vacío... carajo que cosa más triste.

Hasta hoy, siempre había pensado que mi padre era sólo un sujeto extra amargo por aquella vez que me dijo: no se puede confiar mucho en los amigos, luego no te lo esperas y te traicionan, te decepcionan. Y quien se queda contigo a veces es alguien que no esperabas. Pero claro, ahora que estoy de ese lado me jode un poco saber que, al menos en eso, tenía razón.

Y ya, al rato voy por un cigarro. 


viernes, julio 31

¿Qué es un viaje?

Un viaje es la invocación de la distancia para el encuentro, dice Federico Reyes-Heroles.


Desde que la conozco, esa definición siempre me ha gustado, tal vez por las veces en que he osado invocar esa distancia para el encuentro o para el olvido.


Suelo hacer viajes SEMI – aventureros, porque hace años que no acampo y por lo general me gusta bañarme con agua tibia. El caso es que para tales viajecitos [que no viaaaaajes], sé en dónde podría hospedarme y a qué pueblo llegar. No más. He ahí el cosito de la aventura, salir de A con dirección a B, sin predefinir qué tanto puede ocurrir entre ambos puntos.


Y es lo bueno: soltar las amarras, dejarse llevar. Soy una convencida de que la excesiva planeación y las cuadraturas, son tan aburridas (diría Cortázar) como escribir toda la vida en un cuaderno rayado.


He dicho alguna vez que detesto las rutinas y tal vez por eso me gusten tanto los viajes con todo y sus eventuales imprevistos, porque te ponen en ese aprieto tan común, tan sorteable y a la vez tan angustioso: aún haciendo las cosas ‘bien’, aún planeándolo todo anticipadamente, pueden salir varias cagadas.


He ahí la vida: una suma de planes de escritorio que en su mayoría son borroneados regresando de la práctica de campo.


A veces se desea que las cosas sean como las pensamos y ahí está el error. La realidad es y tú la acomodas, participas en ella. Así se sigue el camino con naturalidad, sin pensar si se borra o te pierdes.


De eso modo, viajar se vuelve una prueba de flexibilidad, con chancecitos para corregir o renovar y dejar atrás condicionamientos para volver a reaccionar.


Bueno, ya paramos con tanta chaqueta, que siendo viernes se antoja algo así [Friday I'm in love]:



lunes, junio 22

Porque pixar sí piensa en mí


Porque Disney Pixar sí piensa en mí, incluye muertos y tragedias en sus películas.


En UP, su última entrega, hacen gala de una historia que disfruté tanto como la maravillosa animación en 3-D.


Charles Muntz, un explorador setentero, solía salir en busca de exóticas especies en exóticos lugares como sólo la *salvaje* América del Sur puede tener. Su pasión y su aventura son el sueño de Carl, un niño ñoñito y reservado que un día conoce a Ellie, una niña hiperactiva y parlanchina con quien comparte los mismos sueños de aventura (me recordó aquella escena en que Amelié y Nino, se medio salen por las ventanas de sus recámaras con un espejo en la mano para que jugar con los reflejos de la luna).


Desde entonces Carl & Ellie se vuelven inseparables y planean incesantemente su viaje a las Cataratas No-sé-qué-madre, donde tendrán una linda casa, justo donde empieza la caída del agua. Un sólo deseo para toda una vida.


Punto y aparte de la historia, pensemos en el deseo que, por sí mismo, se cuece aparte. El deseo da pie a las más intensas cicatrices y, en ocasiones, funciona como motor de vida siempre y cuando su objeto llegue en algún momento a nuestras manos, Pero ¿Qué pasa cuando no se satisface? Tal vez puedan ocurrir la secuencia de cosas que plantea UP:


Que Carl y Ellie se casan y viven tan Happy together, que la vida por momentos parece resplandeciente a pesar de las desventuras que forzosamente ocurren, ya que el secreto está precisamente en ese happy together (la secuencia inicial es una chulada).


Que, después de perder un bebé nonato, viven deseando viajar a las Cataratas No-sé-qué-chingaos y para ello hacen una especie de fondo de ahorros que continuamente se vacía para solventar las necesarias urgencias que se pintan solas lo más recurrentemente posible tanto más se desea la otra cosa.


Ellie tenía un cuaderno con un apartado de ‘cosas que voy a hacer’. Se supone que esas cosas serían referentes al viaje a las Cataratas. Así lo entendemos nosotros y así lo había entendido Carl. De nuevo, la realidad, tan irreversible y tan de hierro tira de pronto la cortina y Ellie muere. Carl se queda solo, con la amargura que el vacío puede tener sólo una vez que ha estado lleno. Parece que la vida se les fue en planes, en lugar de renovación de deseos.


Grisáceo escenario. Entonces tiene lugar el primer toque de la varita Pixar y aparece un pretexto para que Carl emprenda el tan esperado viaje a la Cataratas, impulsando a su casa y por tanto a su Ellie, con un montón de coloridos globos. Con el segundo toque aparece un niño regordete que le hace compañía durante todo el trayecto, quien se encarga de poner el toque de extra risa al guión.


Después de todos los ires y venires, incluidos una jauría de perros que me hicieron reír bastante, Carl llega a las Cataratas No-sé-qué, con la vista tan cercada por hacer realidad aquel deseo, que tarda en notar que el pretendido destino era tan sólo parte del camino.


Aquí viene el giro interesante: que lo inamovible de un deseo irrealizado lo convierte en frustración, en cambio si se es flexible, las circunstancias solitas acomodan crean nuevas expectativas. Para Carl la cosa siempre había estado en las cataratas, después de todo eso era lo que estaba anotado, ¿no?; para Ellie lo fue el día a día de la vida al lado de Carl. Ahí estuvo la aventura.


Ahora todos hagan ahhh. No se la pueden perder. Por cierto, el corto que pasan al inicio es bastante bueno.


También ví de nuevo Mi gran boda griega, de Joel Zwick (Estados Unidos - Canadá, 2002) y me reí horrores recordando:


- What do you mean he don't eat no meat?

[the entire room stops, in shock]

Oh, that's okay. I make lamb.

- What is wrong with Toula going to school downtown?

There is drugs downtown!

- My dad believed in two things: That Greeks should educate non Greeks about being Greek and every ailment from psoriasis to poison ivy can be cured with Windex.

- Give a word, any word and I’ll show that the root of that word is greek.