miércoles, abril 27

Mudanza No. 5

Mis andanzas de depa en depa terminaron cuando, en 2009, me mudé con la rumi (que ya no postea pero sí tuitea). Por fin había encontrado a una persona que hablaba sin tapujos, no la hacía de emoción y no se inventaba conflictos baratos. Ahhhh. Mientras viví con ella no hubieron peleas pendejas, es más, no las hubo de ningún tipo. 

Ella pensó que su desorden sería el punto de conflicto, pero no fue así: la permanencia del orden inmaculado me enloquece. 

Luego pasamos por los problemas psicológicos de Nosky, la tiranía sodomizadora de Planeta y su conversión a un gordito cariñoso, las bolas de pelos, Matusa: el primo maligno, la portera metiche; pero también pasamos por los cumpleaños, las navidades y los años nuevos, las copas nocturnas que terminaban en larguísimas pláticas, las películas compartidas y todo eso que da la sensación de que uno está en casa y que está bien.  



El día que llevé dos gatitas nuevas, pensé que tal vez no le haría gracia el amontonamiento de cuatro felinos en Boca del Lobo, pero muy por le contrario quiso y consintió a las peludas inquilinas que solían enterrar sus finas garritas en nuestras blusas mientras nos miraban con sus ojillos azules.



Pero no coincidíamos en todo: yo no tenía la costumbre de ayudar a los enfermos ni de pedir ayuda. La razón es simple: detesto la enfermedad y sólo conservaba advil, aspirinas, sal de uvas y un montón de curitas. No soy buena cuidando enfermos y tampoco soy muy atenta en eso de los cuidados, cosa que a la Sierpe siempre le ha dado mucha risa. Aquí un ejemplo: 

Con Ana enferma: 

El otro: ¿Te sientes mal?
Ana: Sí.
El otro: Voy a verte. 
Ana: No gracias, me voy a dormir (y me dormía).

Con Ana sana:

Ana - ¿Te sientes mal? 
El otro: Sí
Ana: ¿Te sientes morir? 
El otro: No.
Ana piensa: no es muy grave, no me necesita para moverse. Seguro prefiere descansar en soledad. 
Ana: ¿Quieres que vaya? 
El otro: No (haciendo cof cof y pensando que sí e imaginando que la pregunta siguiente será ¿En serio?) 
Ana: Bueno. Descansa. 

Pues resulta que un buen día agarré una gripe de los mil demonios. Nada del otro mundo pero sí bastante incómodo. Con ponerme fuera de circulación durante un fin de semana bastaría. Una mañana la rumi me vio salir de mi recámara hecha un guiñapo y me hizo una sopa para entrar en calor, se encargó de los trastes y platicamos un rato. Más tarde, ese mismo día, cual revelación heróica me cayó el veinte de que se había acabado la dura indiferencia a la que estaba acostumbrada desde la casa paterna y que, lejos de la hipocondria del hogar, ya no estaría todo el tiempo en contacto con enfermedades ruidosas e imaginarias, así que podría cuidar la enfermedad real de mis allegados. 



Aún pienso que cuando me dicen no es no y me niego a indagar más. Así que sigo siendo muy simplona en eso: a pregunta concreta, respuesta directa (tan directa que no necesita de interpretarse y tan clara que se evitan líos), aunque sé que a veces un no puede significar sí o pregúntamelo más veces hasta que diga sí.  

En fin. La historia bonita de Boca del Lobo acabó ahora que mudé mi centro de operaciones a la KGB, nuevo hogar de su servilleta y Gruñis, a quien en broma/en serio le dije que no llevara al extremo sus gruñosidades o apartaría mi lugar con la rumi para volver cuando fuera necesario. Entonces en lugar de decirle: ¡Me voy a dormir a casa de mis papás!, le diría: Me voy a dormir con la rumi, ahí te ves. 

Y aunque había semanas en las que entre los horarios esclavos apenas y nos veíamos, la voy a extrañar mucho pero me conformaré con una buena plática de café o con nuestra inseparable amiga cerveza.