martes, junio 21

La última y nos vamos.

Por fin dejaré de ser voyeurista en Tumblr y empezaré a postear. El cine se muda con un nuevo nombre: Cinesteno. Allá nos seguimos leyendo.

Ah sí, Blogger: no creas que se me olvida que te tragaste mi post del 31 Foro de la Cineteca ¬¬

lunes, junio 13

Las putas marchamos

1. Debían ser las 6:15 a.m. Iba en la línea verde del metro hacia la estación Deportivo 18 de marzo, donde aún se encuentra la Prepa 9. Como de costumbre, me sumergí en un libro para aprovechar lo largo del trayecto. De pronto, un sujeto metió su mano entre mis rodillas. Inmediatamente levanté la vista y comencé a gritarle groserías. Me di cuenta que el vagón iba casi vacío. El tipo no se movía ni me miraba y en siguiente estación se bajó. Yo contuve el llanto al llegar a la escuela y me prometí estar más alerta. Tenía 15 años. Llevaba un pantalón de mezclilla, un suéter grueso que me llegaba al cuello y la cara desmaquillada, porque lo del arreglo matutino nunca se me ha dado bien. 

2. Estaba afuera del Museo de las intervenciones, cuando vi llegar a las amigas que estaba esperando. Una de ellas lloraba y jalaba aire, su cara estaba rojísima. Cuando llegaron me enteré que en el metro un tipo le había tocado el trasero. ¿Que cómo iba vestida? Pantalón de mezclilla y chamarra de tela. Sin maquillaje y con el cabello amarrado en una coleta. 

3. Salí de mi casa muy temprano, camino a la universidad. Di vuelta en una esquina y pasé frente a un puesto de tamales. El vendedor no me quitó la vista de encima y me sabroseó con el clásico ssssss. Di la vuelta y le grité pedazo de mierda, vete a calentar con tu madre (recuerdo ese insulto porque, aparte del clásico 'pendejazo', aún lo uso). Nunca volvió a sabrosearme. 

4. En la esquina de mi trabajo, estaban construyendo un edificio de departamentos. Cuando pasé enfrente, los trabajadores comenzaron a gritarme sus clásicas sandeces. Me detuve y les menté la madre y un poco más. Justo en ese momento, un compañero pasaba por ahí y, por alguna razón que aún desconozco, le pareció muy gracioso así que en la siguiente reunión social de la oficina, no tuvo empacho en contarlo. Otro de mis compañeros dijo, si así le gritan a ella, ¿te imaginas lo que le gritan a Liz? (una compañera que gusta de vestirse muy pegado), pero ella nunca ha hecho panchos. Se ve súper mal eso de gritar en la calle (énfasis en el súper). Ese día me enteré que las damitas de esta oficina no responden agresiones verbales porque no es propio, así que se tragan el coraje. 

5. Aquella tarde, uno de los socios me llamó a su oficina. Imaginé que me pediría ayuda para algún asunto o que me preguntarías cómo me iba con tal o cual cliente. Comenzó a echarme un rollo de que su hija tenía aproximadamente la misma edad que yo y que también era muy trabajadora. Que a él, al igual que seguramente ocurría con otros clientes, le agradaba trabajar con mujeres guapas PERO, justamente porque eso me lo estaba diciendo como se lo diría a su hija, no le gustaría que yo tuviera alguna dificultad con los clientes, más aún considerando que el 70% eran hombres. Me sugirió que utilizara blusas con escotes menos pronunciados para evitar que me faltaran al respeto y luego me preguntó si había tenido algún problema con relacionado con mi forma de vestir con algún cliente o compañero de trabajo.

Sobra decir que el comentario y la pregunta me hicieron encabronar porque no tengo que vestirme de una cierta manera para evitar que me falten al respeto, además de que NO trabajaba con bárbaros y si así lo hiciera sabría ponerles un estate quieto.  

Muy molesta, salí de la oficinucha esa y pensé en quejarme con el socio director. Luego recordé que el tarado con el hablé hacía las veces de vocero de los temas que el jefe de jefes no se atrevía a tocar directamente, cosa que me dio aún más coraje. 

Ojalá el escote hubiera sido tan profundo para que valiera la pena la retahíla conservadora, pero ni eso. Yo por supuesto me seguí vistiendo como me daba la gana y hasta aumenté la cuota de faldas y escotes. 


Por situaciones como la que les cuento, me dio mucho gusto asistir ayer a La marcha de las putas, nuestra versión del Slut walk canadiense, con la que se pretende generar conciencia en las personas de que las mujeres, como dueñas de su cuerpo y de su guardarropa, pueden vestirse como quieran, sin que ello justifique ningún tipo de ataque.

Ya basta de decir que las mujeres se andan quejando de que las tocan o les dicen cosas y se visten bien pegado o provocativo. Porque el día que agredan a alguien que quieres y te des cuenta que iba vestida de lo más normal, te vas a morder la lengua. Porque tu hermana, tu compañera de trabajo o de la escuela, tu esposa, tu hija, tu mamá o tu sobrina no tienen que adecuar su vestimenta para que no se les vea nada. Porque ninguna mujer tendría que avergonzarse y cubrir su cuerpo para que no la molesten. Porque es muy triste tener que andar a la defensiva todo el tiempo. Porque hay mujeres que, sin importar el calor que haga, prefieren cubrise todo el cuerpo antes de que algún imbécil las moleste. 

Espero que la marcha de ayer contribuya a generar esa conciencia.

miércoles, abril 27

Mudanza No. 5

Mis andanzas de depa en depa terminaron cuando, en 2009, me mudé con la rumi (que ya no postea pero sí tuitea). Por fin había encontrado a una persona que hablaba sin tapujos, no la hacía de emoción y no se inventaba conflictos baratos. Ahhhh. Mientras viví con ella no hubieron peleas pendejas, es más, no las hubo de ningún tipo. 

Ella pensó que su desorden sería el punto de conflicto, pero no fue así: la permanencia del orden inmaculado me enloquece. 

Luego pasamos por los problemas psicológicos de Nosky, la tiranía sodomizadora de Planeta y su conversión a un gordito cariñoso, las bolas de pelos, Matusa: el primo maligno, la portera metiche; pero también pasamos por los cumpleaños, las navidades y los años nuevos, las copas nocturnas que terminaban en larguísimas pláticas, las películas compartidas y todo eso que da la sensación de que uno está en casa y que está bien.  



El día que llevé dos gatitas nuevas, pensé que tal vez no le haría gracia el amontonamiento de cuatro felinos en Boca del Lobo, pero muy por le contrario quiso y consintió a las peludas inquilinas que solían enterrar sus finas garritas en nuestras blusas mientras nos miraban con sus ojillos azules.



Pero no coincidíamos en todo: yo no tenía la costumbre de ayudar a los enfermos ni de pedir ayuda. La razón es simple: detesto la enfermedad y sólo conservaba advil, aspirinas, sal de uvas y un montón de curitas. No soy buena cuidando enfermos y tampoco soy muy atenta en eso de los cuidados, cosa que a la Sierpe siempre le ha dado mucha risa. Aquí un ejemplo: 

Con Ana enferma: 

El otro: ¿Te sientes mal?
Ana: Sí.
El otro: Voy a verte. 
Ana: No gracias, me voy a dormir (y me dormía).

Con Ana sana:

Ana - ¿Te sientes mal? 
El otro: Sí
Ana: ¿Te sientes morir? 
El otro: No.
Ana piensa: no es muy grave, no me necesita para moverse. Seguro prefiere descansar en soledad. 
Ana: ¿Quieres que vaya? 
El otro: No (haciendo cof cof y pensando que sí e imaginando que la pregunta siguiente será ¿En serio?) 
Ana: Bueno. Descansa. 

Pues resulta que un buen día agarré una gripe de los mil demonios. Nada del otro mundo pero sí bastante incómodo. Con ponerme fuera de circulación durante un fin de semana bastaría. Una mañana la rumi me vio salir de mi recámara hecha un guiñapo y me hizo una sopa para entrar en calor, se encargó de los trastes y platicamos un rato. Más tarde, ese mismo día, cual revelación heróica me cayó el veinte de que se había acabado la dura indiferencia a la que estaba acostumbrada desde la casa paterna y que, lejos de la hipocondria del hogar, ya no estaría todo el tiempo en contacto con enfermedades ruidosas e imaginarias, así que podría cuidar la enfermedad real de mis allegados. 



Aún pienso que cuando me dicen no es no y me niego a indagar más. Así que sigo siendo muy simplona en eso: a pregunta concreta, respuesta directa (tan directa que no necesita de interpretarse y tan clara que se evitan líos), aunque sé que a veces un no puede significar sí o pregúntamelo más veces hasta que diga sí.  

En fin. La historia bonita de Boca del Lobo acabó ahora que mudé mi centro de operaciones a la KGB, nuevo hogar de su servilleta y Gruñis, a quien en broma/en serio le dije que no llevara al extremo sus gruñosidades o apartaría mi lugar con la rumi para volver cuando fuera necesario. Entonces en lugar de decirle: ¡Me voy a dormir a casa de mis papás!, le diría: Me voy a dormir con la rumi, ahí te ves. 

Y aunque había semanas en las que entre los horarios esclavos apenas y nos veíamos, la voy a extrañar mucho pero me conformaré con una buena plática de café o con nuestra inseparable amiga cerveza. 



miércoles, febrero 2

Hace diez años

Hace 10 años el Y2K no nos alcanzó y mi fantasías de un caos apocalíptico se desvanecieron.

Ese año decidí tomarme un respiro antes de entrar a la universidad: no quería cagarla. Mi opción número uno era inaceptable y la segunda era considerada una "carrera muerta" por mi padre. Mi madre se encogía de hombros, quería que fuera feliz con mi elección, pero también que tuviera trabajo. No vayas a ser como uno de mis pacientes que habla muy bonito y se nota que ha leído muchos libros, pero trae agujeros en los zapatos. Oh sí, romántico y desalentador panorama.

Luego, por obra y gracia de la mayoría de edad pude sacar mi credencial del IFE y evitarme pedos para entrar a las funciones clasificación "C".

Dado que ese año tendría vacaciones tan largas como ningunas otras que estuvieran próximas, me fui un mes al pueblo de mi padre en compañía de mi hermana. Quería saber si las cosas de mi infancia eran como las recordaba. Resultó que los techos de la casa de mis abuelos eran menos altos de lo que los recordaba, mi abuela ya no parecía un gigante pero mi abuelo estaba igual de correoso. Ya no era tan divertido perseguir a los pollitos que andaban por el patio y la idea de un alacrán que cayera del techo ya no me parecía tan espeluznante. El aire que respiraba aún podía sentirse como fuego al exhalar.

Al siguiente año empecé a estudiar la tradicional, cierta, práctica y respetable carrera de Derecho. Me sobé mucho el coco para creerme que tal cosa me daría un panorama amplio acerca de la justicia en México. Si quieres criticar el sistema, conócelo, me dije. Sobra decir que antes de seis meses me di cuenta que si bien tiene su lado interesante, definitivamente no estaba en mi elemento, mucho menos en esa escuela en que la mano de hierro tuvo a bien dejarme. Aún era cobarde, así que descarté la idea de cambiar de carrera. Recordé la película Carácter y supe lo que me faltaba.

El cine y los libros eran el hoyo en el que, como foca, salía a respirar. Ese año perdí el temor de que la adaptación de El Señor de los Anillos no diera el ancho. 

En 2002 continuaba refugiándome en cine clubes, maratones de cine, museos y todo lo que pudiera importarme turismo interior. Por fortuna, una de mis amigas de la prepa estudiaba comunicaciones y me pasaba todas sus lecturas: otro mundo. Después ella abandonó la UNAM (pretextó su detestable horizontalidad), comenzó a repeler todo lo que oliera a institución y se fue quién sabe a dónde (¿por cigarros a Hong Kong?).

Sin mi camarada inseparable, empecé a frecuentar la Biblioteca México en busca de piratería (en esos tiempos no era tan fácil conseguir rarezas), para luego entrar en la sala donde La noche de Francisco Tario (cuya fama e importancia desconocía en ese momento pero que de inmediato me sorprendió) y yo nos encontramos. Luego llegué a Emiliano González y después a César Güemes. Fui feliz. Luego quise ser Amelié.

Para 2003 prácticamente mudé mi centro de operaciones sociales a la facultad de Derecho de la UNAM. Ahí me sentía bastante más a gusto, aparte de que me encontraba amigos y conocidos de la prepa. Las cosas empezaron a pintar bien. Empecé a buscar prácticas y trabajitos de medio tiempo para empezar a foguearme.

Me aluciné cuando vi Kill Bill: pasaba por mi etapa de cinéfila adolescente y por eso mismo me vi rodeada de una humareda similar a la de Fritz el gato, cuando vi Lost in translation.

Ese año vino Pearl Jam a México por primera vez. Tocaron en el Palacio de los deportes y yo canté con ellos todas las rolas del setlist. Estaba eufórica. Luego conocí a mi versión masculina de Summer (¿recuerdan 500 days of Summer?) y me enamoré perdidamente por quién sabe cuánto tiempo (exagero, sólo fueron dos años de estira y afloja).

En 2004 hice a un lado mi cobardía y me cambié de escuela. Mi intención era terminarla, pero no en ese lugar repleto de gente wanna be, del que sólo pude sacar un par de buenas amigas.  Revalidé materias, tomé otras que me faltaban y conocí gente que me cayó realmente bien. Estaba cerca de terminar la escuela y por alguna razón no podía experimentar, ni de lejos, la sensación de que 'todo estaba a punto de cambiar porque ya no voy a ir a la escuela'.  En mi cabeza se empezó a gestar la idea de vivir sola.

Ese año me reí mucho con La pasión de Cristo y dije: qué buena onda, cuando vi Entre copas (Sideways). Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, usó mi cabeza como un revolver (e incendió mi conciencia con sus demonios).

En 2005 empecé mi tesis, terminé de estudiar, terminé el servicio. Sentí un ligero vértigo cuando me di cuenta que recién había salido de un entrenamiento tan peculiar como restringido. Senti más vértigo nomás de pensar que, si no encontraba más opciones, tendría que volver a trabajar en materia penal. Sería un desperdicio, me dije. 

Justo cuando comenzaba a desesperarme, conseguí un trabajo que, a pesar de las ínfimas condiciones en que empezaba, prometía. 

Tardé quince días en comenzar una labor de odio intenso hacia mi jefe por sus desplantes prepotentes, arrogantes y su arribismo desmedido. ¿Cómo es que no se da cuenta el dueño?, me preguntaba (esa pregunta encontró su respuesta pocos meses después).

Vi Secreto en la montaña un par de veces. En mi cabeza, Jake Gyllenhaal salió del papel que interpretó en Donnie Darko. El chiste más recurrente de ese año fue de vaqueros gay (ingenio desparramado, por lo visto). Luego, Las tortugas pueden volar me dejó con la boca abierta.

En 2006 me mudé con unos room mates que no pintaban mal. Eran cuatro físicos: tres hombres y una mujer, todos de Guadalajara. No, mi vida no se acercaba ni un poco a The big bang theory (esos físicos no conocían los colores ni la diversión, aunque ahora que lo pienso, también querían con desesperación encontrar una novia).

Poco después me titulé y por fin dejó de suceder esta recurrente escena:

ANA
¿Me permite el expediente fulano?

BURÓCRATA MALNACIDO
Como no licenciada, présteme su cédula.

ANA
Todavía no la entregan, pero nada más quiero echarle un ojo.

BURÓCRATA MALNACIDO
Entonces no se puede, señorita.*

*Énfasis en el señorita-no-licenciada.

Poco tiempo después murió mi abuela. Todavía se me van los huevos a la garganta cuando me acuerdo. Me puse demasiado sensible: lloré con El laberinto del Fauno y Volver.

En 2007, cansada de lo sucios que eran los físicos, me mudé con dos chicas que parecían simpáticas. Error: una era aleluya sin remedio, culera como todo fanático y para acabarla de joder, amarra navajas (cobré mi venganza justo un año después). La otra era una persignada de doble moral, doblemente molesta.

Luego comencé a entrenar ninjutsu en el parque hundido y me di cuenta que los maestros de artes marciales también pueden ser unas ratas baratas. En ese momento recordé a mi antigua maestra de Karate-do y sonreí al recordar sus clases de filosofía del combate. No nos vendía absolutamente nada, sólo nos enseñaba. Ese perfil sin ánimo de lucro era la neta, me dije. 

Tardíamente vi Los infiltrados hasta el cansancio, luego me maravillé con Petróleo sangriento. Mi hermana y yo nos vimos en pantalla con Ratatouille.

En 2008 la profecía se cumplió: el trabajo me había comido. Poco a poco comencé rebelarme. De alguna forma debía encontrar el tiempo dentro de ese horario de 12 horas para hacer alguna otra cosa. Parecía muy difícil de principio, pero después hallé mis mañas. Ahora sé que es lo mejor que pude haber hecho. A mi hermana le cayó en gracia el cambio, decía que ya le estaba recordando a la protagonista de Devil wears Prada, cuando el trabajo le obliga a dejar todo de lado.

Debo lanzarme al ring como El luchador, me dije, así algún día podré hacer algo como Vals con Bashir.

2009 fue un año RE bueno. Dejé a las room mates de la bragueta persignada y me mudé con mi actual rumi. De ella no tengo queja alguna y sí muchos buenos momentos. Por fin pude tener mascota y aquello se convirtió en el paraíso felino. Por fin me sentía en casa. 

Y así de buenas como estaba, tal como ocurre en la parte cómica de Melinda y Melinda, las cosas empezaron a ir bien. Empeñada por salir de la burbuja laboral, me inscribí en un Diplomado de Literatura fantástica y Ciencia ficción, donde conocí a Mike.  

Para cuando nos topamos, ya daba por descontado que conocería a un hombre que no fuera un verdadero cabrón y con quien pudiera compartir un paseo por los libros, además de largas sesiones de cine. No estaría de más, pensaba, que pudiera aprender del susodicho algo más que los dont's de la vida. Y para mi sorpresa lo encontré.

Ese año, Un profeta y la inolvidable Up, se llevaron mis palmas.

Después de muchos tiempo, contacté de nuevo a Pok (con quien más tarde se formaría la neuro banda).

En 2010 emprendí el viaje al sur que, dentro de una mitología personal, era indispensable. Ahora ya no puedo recordar el faro del fin del mundo sin pensar en Mike. 

Se formó la neuro banda, adicta al buen cine. 

Llegaron dos nuevos felinos a la casa y con eso, todos los que habitamos temporal e intermitentemente en Boca del Lobo, nos hemos divertido como chamacos. 

Ese año cumplí mi quinto aniversario en mi trabajo del mundo al revés. Cada día, como en El oficinista de Guillermo de Saccomanno, podía sentir que el aire no era mío y como en Seda, que estaba viendo llover mi vida, frente a mis ojos, espectáculo quieto. Luego atravesé la muy temida línea de sombra.

Se empezó a gestar en mi cabeza la idea de cambiar de giro. 

Por fin pude ver Martys y me dejó pensativa un buen rato. Los gatos persas y The social network (que vi más de una vez) se llevaron mis palmas. 

2011 abre una nueva década que. seguramente, terminará en un punto que ahora desconozco. ¿Cuál será? Qué emoción.

Nos vemos en otros diez años. 


miércoles, diciembre 22

52 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca

Comenzaré con los recuentos de este año. Tal vez de nada sirvan, tal vez sean sólo un ejercicio de memoria o tal vez la necesidad de saber que este año significó algo. Por mi parte, lo dejo escrito para saber, en un futuro no muy lejano, si pasó la prueba del añejo.

Ahora les va una breve explicación del certificado de añejamiento que otorgo a mis películas favoritas: 

Es 1999, tengo 17 años, estoy en sexto de prepa y atravieso por la adolescencia cinéfila. Corro a ver Belleza Americana que para el momento de su estreno ya ha hecho bastante ruido. Me encanta y la veo más de tres veces. Me enloquece la escena de la bolsa.

10 años después la veo de nuevo y me sigue gustando PERO unas dos rayitas menos. La pareja de chamacos emos (TAN adelantados a su tiempo) no me gusta tanto y la escena final de Anette Benning tampoco. Ya no soy fan de la bolsita danzante, pero sí del dicurso.
Conclusión: es recomendable, pero no al grado de los clásicos.

Aclarado lo anterior, vamos a lo que nos truje: 

LA PIVELINA (Tizza Covi, Rainer Frimmel; Austria; 2009).

Una mujer mayor con el pelo teñido de un rojo imperdible, camina por un parque, tratando de atrapar a su perro. De pronto, se encuentra con una linda niña pequeña, sentada en un columpio. La cría trae una nota y una fotografía en la chamarra: la madre se la ha encargado. Angustiada, regresa al campo de trailers del circo donde trabaja, preguntándose en qué situación debió estar la madre de la pequeña para encargarla con ella, una extraña. Se supo observada, se supo confiable.

Su esposo (o pareja, qué sé yo), insiste en acudir a la policía para evitar que parezca un secuestro. Pero cómo la van a dejar en la policía si es tan pequeña...

Los días que la Pivelina pasa en casa de los cirqueros, le inyecta chispa a su inusual modo de vida. Hasta el vecino adolescente cuida de ella, empeñándose en hacerle pasar buenos ratos. Resulta imposible no quererla, no enamorarse de ese tierno estuche que parece no hacer berrinches y no llorar hasta destrozar los oídos de sus cuidadores.

Al final, la pivelina fue un ejercicio de querer, recibir afecto, aprender y dejar ir. Como muchos quereres. 

NOTA ADICIONAL: Un amargo amigo afirmó, para mi asombro, que si pudiera estar seguro de que tendría una hija como la pivelina, rompería su voto de cero hijos. Sí, tan linda es.

MATERIA BLANCA (White material, Claire Denis, Francia, 2009)

María vidal, jefa de una familia francesa autoexiliada en África, se niega a deja su hacienda cafetalera, a pesar del riesgo inminente. Los conflictos bélicos y raciales son escenario de las devastadoras condiciones que la protagonista, insiste en no dejar, empecinada en la idea de que en Francia su vida sería demasiado fácil, demasiado cómoda. 

Materia blanca: relojes de oro, collares y pendientes que no sirven más que para echarle leña al fuego. 

La actuación de Isabelle Hupert SIEMPRE es digna de verse. 

Recomendable.

LOS GATOS PERSAS (No one knows about persian cats, Bahman Ghobadi, Francia, 2009).

El director de esa joyita titulada Las tortugas pueden volar, lleva al cine la historia de una banda iraní de rock independiente que quiere figurar y salir de gira por todo el mundo a pesar, para bien y mal, de las difíciles circunstancias del país en el que viven. Para bien porque eso les da sonido y contenido que no los deja pasar desapercibidos; malo porque tienen que enfrentarse con una corrupción terrible desde el mero hecho de tramitar visa y pasaporte. 

La banda, inicialmente formada por dos integrantes, encuentra en Nader, no sólo el contacto con el Santo Domigo Iraní, sino un amigo que eventualmente se encariña con ellos y busca ayudarles. Pero como dice el refrán, de buenas intenciones están sembrados los infiernos y panteones. 

Los gatos persas presenta el rompecabezas musical de Irán y que van desde raperos, hasta la versión iraní de Tom Waits. Y claro, el sountrack es maravilloso.

ADVERTENCIA: SI NO LA HAN VISTO SÁLTENSE ESTE PÁRRAFO, QUE AHÍ VIENE UN SPOILER. 
Me pareció que Los gatos persas no mantiene el mejor ritmo pero en el momento final da un levantón increíble. 
Terminada la tristísima canción que cierra, Gruñis, Pok, Carlos y yo pensamos que esta película sería la mejor opción para los orientadores educativos que quisieran formar puro zombie oficinista o empleado respetable. La presentación sería algo así: ¿Tienes sueños? mira nada más lo que te puede pasar...
Y, como buenos orientadores, esconderían la vedad acerca de la banda: que sí la armaron y andan de gira por Europa. 
FIN DEL SPOILER

MUY recomendable. 

LOS CHICOS ESTÁN BIEN (The kids are all right, Lisa Cholodenko, Estados Unidos, 2010) 

Joni y Laser son hijos de la inseminación artificial a la que se sometió un matrimonio lésbico. En plena adolescencia deciden conocer a su padre (Paul) quien, sorprendido pero gustoso, accede.

Paul, interpretado por Mark Ruffalo, se va colando en sus vidas poco a poco, provocando los celos de Nic, la mamá mandona que a todos tiene un poco hartos con su carácter estricto y su muy ocupada vida laboral.

El recién llegado papá significa un respiro para todos, incluso para Jules, la mamá hippie, estancada entre su carrera que no despega y la desatención de Nic, aunque al final termina convertido en un un simple tropezón del que todos parecen recuperarse. 

ADVERTENCIA DE SPOILER
Al final la moraleja parece ser: si tienes familia, ellos estarán ahí aún cuando te hayas comportado bien canalla (previo ofrecimiento de disculpas, claro está); si no tienes familia eres un triste perro solitario, no tienes nada. 
Tan educativa conclusión no fue de mi total agrado, pero aún así, la película es recomendable, los diálogos están bárbaros. 
FIN DEL SPOILER

Recomendable para extensa charla de café.  

Esas fueron mis favoritas de la Muestra. Próximamente mis favoritas de la cartelera comercial 2010. 



viernes, diciembre 17

LAS EDADES DEL CINÉFILO

Cinéfilo: especie que ama el cine, ve tantas películas como puede, las analiza, se divierte, reflexiona, se ve a sí mismo y/o a los demás a través del celuloide. Lo vive y respira, no podría hacer otra cosa. Tarde o temprano se dará cuenta que, como decía Tarkovski, está experimentando el privilegio sentir como vida propia lo que se está desarrollando en la pantalla.

Ama el cine, sí, y su amor es la constante durante las etapas que atravesará hasta convertirse en un cinéfilo mayor. ¿Cuáles son esas etapas? Aquí les dejo unas ideas:

Cinéfilo infante: Le gusta el cine y lo devora. Ve toda la cartelera comercial y una que otra rentada. Se rige bajo los estándares hollywoodenses y critica con la misma vara a todas las películas. Se deja guiar por los actores, no por los directores: 'la nueva de Michael Douglas'. Es un entusiasta.

Cinéfilo adolescente: Por casualidad se topó con Tarantino y/o Jororowsky y/o Greenaway y/o Reygadas y/o cualquier otro transgresor y sintió la luz de la verdad frente a sus ojos. Desprecia profundamente las porquerías que hace Hollywood, prefiere ver cine de arte (así le dice él) para gente culta y entendida. Aunque ha visto una o dos películas de los mencionados directores, siente que lo sabe todo. Vio el séptimo sello y les dice a sus amiguitos que ve 'otro tipo de cine' y aunque no lo entiende, lo alaba. En los 90's vio Pulp fiction y sostuvo que se trataba del no-va-más del cine; en 2003 y 2004 vio Kill BIll 1 y 2 hasta rabiar. Compró una espada en un ataque de fanatismo. Cuando vio el topo, se supo en la cima de la pirámide intelectual respecto de todos sus conocidos. El cinéfilo adolescente puede llegar a ser muy arrogante al grado de auto denominarse orgullosamente snob. Es duro de roer y resulta difícil sostener una charla con él: todo lo sabe, todo lo ha visto. A todos, cinéfilos y no, les vomita sus amplísimos conocimientos en la materia, ante la más mínima provocación. Presume (falsamente) que desde muy my niño comenzó a ver todo Fellini o que vio El discreto encanto de la burguesía cuando iba en la primaria y le encantó. Lamentablemente, muchos cinéfilos nunca en su vida evolucionan y continuan siendo adolescentes hasta el fin de sus días.

Cinéfilo maduro: Es un tipo disciplinado que se esfuerza por conocer el trabajo completo de los directores que le gustan, para tener la satisfacción de conocer sus distintas etapas. No presume. Cuando le preguntan, responde sin arrogancia. Invariablemente, su interlocutor notará el gran amor que tiene por el cine. Si está rodeado de cinéfilos, puede descocerse en una extensísima plática, sino, no pretende lucirse ante nadie. Sabe que la cinefilia es muy similar a la alimentación: el buen cine  es como un filete, los placeres culpables y comerciales son como una hamburguesa. Así que uno puede comer en su mayoría jugosos filetes, pero de vez en cuando se antoja una hamburguesa. Pero una buena, no de las que trasmiten tifoidea. Si algo del llamado 'circuito de arte' no le place, lo dice y lo sostiene con fundamentos. No alaba por seguir a la manada. Reconoce que Hollywood ha hecho cosas espantosas, pero también le ha dado grandes momentos de gloria al cine. Está abierto a ver cine de todo el mundo y conserva la capacidad de sorprenderse. 

Cinéfilo viejito: Si contaba con una banda cinéfila, probablemente todos a) estén jugando con sus nietos, o b) estén muertos. Sus gatos, únicos compañeros que se han mantenido fieles, no pueden acompañarlo al cine, así que el cinefilo solitario lleva una bolsa con whiskas a todas partes para sentir su compañía. Se une a las conversaciones ajenas en la fila, con la esperanza de formar un nuevo rat pack. Es completamente intolerante con la gente que osa hablar dentro de la sala antes de que empiece la función, pues para él equivale a estar echando desmadre en un recinto sagrado. Padece una suerte de neurosis feliz. 

¿Cuál eres?... ¿seguro? Próximamente subiré un test y lo verificaremos.

Gracias mis cinéfilos neuróticos, Pok y Carlos, por sus contribuciones para el presente post.

miércoles, diciembre 15

THE SOCIAL NETWORK



David Fincher vuelve a hacerla y yo le aplaudo de pie.

Las historias de millonarios que aprendieron cómo enriquecerse comprando basura y vendiéndola cara, expandiéndose mientras exprime a sus empleados y sangra a los consumidores o que poseen corporaciones psicópatas (remember The corporation) me dan una hueva inmensa. Pero cuando el dinero fue accesorio, entonces sí, la cosa se pone interesante.

Mark Zuckergberg es el millonario más joven de la historia. Preciso: billonario. ¿Y eso qué? Jodidas encuestas que todo lo reducen a un número.

PARÉNTESIS CULTUROSO.

En algún número de Letras Libres, Gabriel Zaid dijo (palabras más, palabras menos) que para comparar a la gente se le tiene que reducir a un número. Así, la sociedad, inmersa en la competencia trepadora, podría saber quién era el nadador que más metros recorría o el barrendero que más calles barría, lo que reduciría toda la experiencia del nado o el barrido a un número, cuando lo importante era nadar sabroso y barrer contento.

FIN DEL PARÉNTESIS.

Lo interesante de la película, al margen de los millones del joven Zuckerberg es la historia de traición, revancha, soledad, amargura y demás bellezas para las que David Fincher se pinta solo. Es justamente en estos ambientes oscuros donde el director parece moverse con mayor soltura y nos demuestra que la infame Benjamin Button fue sólo un tropezón.

Los personajes están perfectamente bien armados, así que desde su presentación dan una idea clara del desfile de personalidades que veremos en la pantalla. 

La intensidad y credibilidad de las actuaciones es otro gran mérito de la película y dan cuenta que no fueron en vano las ciento-y-tantas veces que Fincher osó repetir la misma toma: Andrew Garfield, como Eduardo Saverin, se enfundó en elegantes trajes, dispuesto a conseguir clientes de poca monta para la naciente red social; Justin Timberlake, como Sean Parker, el (antes) chavito que creo nada más y nada menos que Napster, el que le pintó dedo a las disqueras; y Jesse Eisenberg interpretando a un Mark Zuckerberg repleto de claroscuros que corre en bermudas, calcetines y chanclas por los pasillos de Harvard, con la mente clavada en esa página que está haciendo, cuyo potencial intuye, pero cuyo tamaño en ese momento no imaginaba. A ratos arrogante y cruel, a ratos solitario, insistente e inseguro, es, por mucho, uno de mis personajes favoritos del año. Aquí una cita brevísima:

Erica Albright: Why do you keep saying I don't need to study?
Mark Zuckerberg: You go tu B.U. ...

The social network logra mantener muy buen ritmo a lo largo de su poco más de dos horas de duración, lo que sólo se puede sostener cuando aparte de tener una buena historia, está bien filmada.

Lo bueno: Todo. En especial la fotografía oscura.
Lo malo: El trailer que pasaban en salas mexicanas no era el bueno.
Lo feo: El trailer chido se quedó acá

Corran a verla, es de las imperdibles del año.