Mostrando entradas con la etiqueta Animalitos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Animalitos. Mostrar todas las entradas

jueves, abril 30

La misma piedra



Casi siempre llego tarde al aeropuerto. Mi mayor logro es haber llegado poco menos de media hora a un vuelo nacional, rayando al momento del abordaje. Parece que no puedo dejar mis 5 minutos más de sueño, que suelen convertirse en 20.

Ahora, dado que los tiempos de recorrido se han acortado tanto con este apanicado clima, llegué muy a tiempo. Para aumentar mi sorpresa, no tuve que hacer fila, no me tardé nada en abordar y el avión iba a la mitad de lleno... zas.


En cuanto pisé suelo jarocho, la belleza golpeó mis ojos y me olvidé de que todos traían tapabocas. Otro hecho sorprendente, pero bonito, bien bonito: Contra mis pobres expectativas, el sujeto que fui a ver era una delicia... y yo que ya había perdido las esperanzas de encontrar algún guapo en la marea burocrática del IMSS. ¿No despedimos de beso?, me preguntó. Pues total, se veía tan sano.

En fin, siguiendo con la noticia de moda, en las calles no se escuchaba otra cosa y entre extraños parecía no existir un mejor tema. De regreso al DeFectuoso, el taxista se quejaba de lo mucho, muchísimo que ha bajado el pasaje en estos días (por cierto lo mismo me dijo el que abordé en la mañana) y culpó a Oh!bama de la influenza invasora.


Me puso a pensar cuando dijo -Con eso de que si no se detecta y se cura, se lo puede llevar a uno en una semana, no queda más que disfrutar a las personas que quiere. Si tiene novio no haga caso y no deje de besarlo, porque yo creo que lo que nos va a mantener sanos es el cariño. ¿Sabe?, me di cuenta de eso cuando me casé con mi segunda esposa, después de que la primera me dejó con mi hija por otro canijo-
.

No pude estar más de acuerdo. Eso me recordó la plática que tuve con una amiga, quien me dijo (palabras más, palabras menos) que a eso del amor, nomás ya no le quería entrar. Yo le dije que me gustaba vivir saboreando esos instantes definitivos, esa montaña rusa que al final tenía un despeñadero con un montón de pedazos de carritos oxidados. Ella me dijo que ya no quería ver el despedazadero final nunca, nunca más. Le dije que aunque el bajón era tremendo, valía la pena sólo por volver a probar las glorias del camino, por esos primeros besos y la cierta mirada que te engancha, la riquísima primera noche, el dormir juntos y el desayuno que le sigue. Cosas que con el tiempo se vuelven parte de tí, hasta el punto de darte la sensación de que por el momento todo está bien.

Así que por eso, yo sí me tropiezo con la misma piedra.


martes, abril 28

Live, from raccon city!


El fin de semana pasado, fue un encanto ver la ciudad llena de tapabocas azules, reposando, en espera de que pasara la alarma, en una quieta zozobra...

Después de un viernes infame, el sábado me parecía un juego de niños, hasta que un amigo comenzó a preocuparme, diciendo que viera las páginas de El país, Le monde y Presidencia. Me inquieté con el mes extra que concedió Hacienda, brrr... La amenza de muerte en cuestión de días debido a la gripe porcina, desató mis siempre latentes chaquetas mentales.
++

El lunes, de vuelta a la rutina extrañísimamente alterada por un tránsito más que fluido, abundaban todo tipo de puntos de vista, los serios y los súper serios, los graciosos, los incrédulos y los despreocupados, mismos que se aderezaban con las más variadas teorías de la conspiración (virus hechos a la medida, laboratorios farmacéuticos que quieren sacar su stock de medicamentos y vacunas, artimañana política para distraernos de las elecciones, etc.) y terminaban por ponerle la cereza al pastel con las noticias que se difunden minuto a minuto, para nuestra gracia y desgracia (cuánta sabidurá pierdo en la información, dijo Thoreau).

La rapidísima difusión de este caso deja un claro recordatorio de que aquella vez en que Orson Wells transmitió por radio 'La guerra de los mundos', logrando la histeria norteamericana, se enterró bien hondo en el inconsciente colectivo la estaca del enorme poder de los medios de comunicación masiva que, a pesar de no ser un tema nuevo, no deja de sorprender.

Me cuesta algo de trabajo entender la necesidad de inmediatez de la información. No estoy en contra de ella pero sí de sus efectos secundarios que toman la forma de una angustia desbordante. Ello tal vez se deba a que dicha inmediatez es mi pan de todos los días y ah! cómo molesta no poder masticar las cosas y tener que escupirlas antes de deglutirlas... Lo mismo ocurrió en las penosas elecciones de 2006 y el avionazo de Mouriño. Tanta avidez de información, ¿Para qué?

Una cosa salió bien de tantísima información: Pocos trabajan en sus oficinas, casi todos están siendo desalojados, así que para no verse tan mala onda y una vez pasados los momentos cardiacos en el trabajo, el Príncipe decidió ponernos a trabajar en las tardes desde nuestras casas. Con toda la actividad parada, puedo teclear tranquilamente viendo mi ventana en un día soleado o una noche tibia. Debo decir que este aislamento me viene bien, sobre todo porque tarde o temprano, volveré al Castillo, a menos que un gracioso querubín con cara de puerco anuncie mi partida.

Parece triste estar encerrado, pero para esos casos recomiendo seguir mis malos consejos: Háganse una fiesta de dos.


_____
++ Dado que no pararía de trabajar y seguiría saliendo a edificios públicos exponiéndome a un mayor riesgo de contagio, pensé: ¿Qué pasaría si tuviera unos cuantos días de vida? Salvo que moriría atacada por los molestos síntomas de la gripe (por lo cual pasaría a dizque mejor vida con mi clásico achú-chingada-madre), no moriría infeliz. He vivido sabrosamente y a veces como pelotita de ping-pong. He leído obras que me han hecho pensar: todo está escrito y contemplado poesías sin poema, en fin, que en resumidas cuentas he estado en guerra y paz. Y habiéndolo disfrutado todo hasta aquí, me dejaría ir en caída libre...