jueves, abril 30

La misma piedra



Casi siempre llego tarde al aeropuerto. Mi mayor logro es haber llegado poco menos de media hora a un vuelo nacional, rayando al momento del abordaje. Parece que no puedo dejar mis 5 minutos más de sueño, que suelen convertirse en 20.

Ahora, dado que los tiempos de recorrido se han acortado tanto con este apanicado clima, llegué muy a tiempo. Para aumentar mi sorpresa, no tuve que hacer fila, no me tardé nada en abordar y el avión iba a la mitad de lleno... zas.


En cuanto pisé suelo jarocho, la belleza golpeó mis ojos y me olvidé de que todos traían tapabocas. Otro hecho sorprendente, pero bonito, bien bonito: Contra mis pobres expectativas, el sujeto que fui a ver era una delicia... y yo que ya había perdido las esperanzas de encontrar algún guapo en la marea burocrática del IMSS. ¿No despedimos de beso?, me preguntó. Pues total, se veía tan sano.

En fin, siguiendo con la noticia de moda, en las calles no se escuchaba otra cosa y entre extraños parecía no existir un mejor tema. De regreso al DeFectuoso, el taxista se quejaba de lo mucho, muchísimo que ha bajado el pasaje en estos días (por cierto lo mismo me dijo el que abordé en la mañana) y culpó a Oh!bama de la influenza invasora.


Me puso a pensar cuando dijo -Con eso de que si no se detecta y se cura, se lo puede llevar a uno en una semana, no queda más que disfrutar a las personas que quiere. Si tiene novio no haga caso y no deje de besarlo, porque yo creo que lo que nos va a mantener sanos es el cariño. ¿Sabe?, me di cuenta de eso cuando me casé con mi segunda esposa, después de que la primera me dejó con mi hija por otro canijo-
.

No pude estar más de acuerdo. Eso me recordó la plática que tuve con una amiga, quien me dijo (palabras más, palabras menos) que a eso del amor, nomás ya no le quería entrar. Yo le dije que me gustaba vivir saboreando esos instantes definitivos, esa montaña rusa que al final tenía un despeñadero con un montón de pedazos de carritos oxidados. Ella me dijo que ya no quería ver el despedazadero final nunca, nunca más. Le dije que aunque el bajón era tremendo, valía la pena sólo por volver a probar las glorias del camino, por esos primeros besos y la cierta mirada que te engancha, la riquísima primera noche, el dormir juntos y el desayuno que le sigue. Cosas que con el tiempo se vuelven parte de tí, hasta el punto de darte la sensación de que por el momento todo está bien.

Así que por eso, yo sí me tropiezo con la misma piedra.


miércoles, abril 29

El arte de llorar en coro


Aquél fue un domingo particularmente bonito. Fuimos a ver departamentos y nos encontramos con uno tan irrealmente bueno, como el hombre ideal. Después del soñado encuentro entre sus ideales espacios, fuimos a comer. La tarde era soleada y la comida bastante buena.

Entonces nos entraron ganitas de ir al cine. Algo ligero, pero no bobo, una peli dominguera bien hecha.
Estábamos entre Déjame entrar (que ya vi, pero sin chistar lo haría de nuevo) y El arte de llorar en coro. La temática de la última se antojaba más suavecita, algo parecido (hasta ahoa me entero) a Un funeral de muerte.

La historia pintaba graciosa y relativamente sencilla: Un padre de familia infeliz, todas las noches insiste en que no quiere vivir y no para de llorar como mariquita. Allan, el menor de sus tres hijos, quien aún se encuentra en la etapa papá-es-mi-héroe, se da cuenta que lo único que lo hace feliz es pronunciar discursos durante los funerales, haciendo a la gente llorar en coro. Entonces el chamaco trata de instigar la muerte del que se pueda, con tal de que no se repita el llanto nocturno. Sonaba bien, ¿no?

Poco a poco, las trama se desenvuelve cual regalo podrido: Queda al descubierto que el padre, quien parecía sólo un gris repartidor de leche, llora todas las noches tendido en un sofá, hasta que Sanne, su hija adolescente, llega en ropa interior a consolarlo. La mamá lo sabe y tiende una complicidad absoluta, al punto de preferir tomar somníferos y hacer como que nada pasa (usual, cierto? dormirse ante lo más terrible, cuando eso terrible se vuelve cotidiano).

Se develan los secretos familiares y el entorno continúa siendo soleado y hermoso, contrariamente a la sensación que produce el filme, claro ejemplo de aquellos días malos, malísimos en los que el contraste entre el paisaje exterior con el interior hace la situación aún más desdichada y que parece decir, después de todo, la vida sigue...

Allan simplemente no comprende en qué radica lo malo en el comportamiento de su padre y es que después de todo, al estar acostumbrado a vivir en ese entorno, la patología deja de serlo y se convierte en algo normal. Entonces, cuando Sanne se niega a seguirle el juego a su padre, Allan la releva para consolarlo.

Algo se quiebra al interior del niño, quien comienza a entender la trama macabra en los chantajes de su padre. Ha dejado de ser su héroe.

Después de una temporada encerrado, el padre vuelve a la casa familiar. Allan y su madre habían estado mejor sin él, pero se resignan a seguir cargando con ese pesado lastre, casi odiándolo, lo cual se puede explicar en un contexto religioso del tipo 'es para toda la vida y así debe seguir' o el ya clásico 'es mi cruz'. Así que el tipo regresa, con todo y su podredumbre, en un día espléndidamente soleado.

Me quedé reflexionando, ¿Cuántos cargan con lastres entendidos como cruces que llegaron para quedarse?

martes, abril 28

Live, from raccon city!


El fin de semana pasado, fue un encanto ver la ciudad llena de tapabocas azules, reposando, en espera de que pasara la alarma, en una quieta zozobra...

Después de un viernes infame, el sábado me parecía un juego de niños, hasta que un amigo comenzó a preocuparme, diciendo que viera las páginas de El país, Le monde y Presidencia. Me inquieté con el mes extra que concedió Hacienda, brrr... La amenza de muerte en cuestión de días debido a la gripe porcina, desató mis siempre latentes chaquetas mentales.
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El lunes, de vuelta a la rutina extrañísimamente alterada por un tránsito más que fluido, abundaban todo tipo de puntos de vista, los serios y los súper serios, los graciosos, los incrédulos y los despreocupados, mismos que se aderezaban con las más variadas teorías de la conspiración (virus hechos a la medida, laboratorios farmacéuticos que quieren sacar su stock de medicamentos y vacunas, artimañana política para distraernos de las elecciones, etc.) y terminaban por ponerle la cereza al pastel con las noticias que se difunden minuto a minuto, para nuestra gracia y desgracia (cuánta sabidurá pierdo en la información, dijo Thoreau).

La rapidísima difusión de este caso deja un claro recordatorio de que aquella vez en que Orson Wells transmitió por radio 'La guerra de los mundos', logrando la histeria norteamericana, se enterró bien hondo en el inconsciente colectivo la estaca del enorme poder de los medios de comunicación masiva que, a pesar de no ser un tema nuevo, no deja de sorprender.

Me cuesta algo de trabajo entender la necesidad de inmediatez de la información. No estoy en contra de ella pero sí de sus efectos secundarios que toman la forma de una angustia desbordante. Ello tal vez se deba a que dicha inmediatez es mi pan de todos los días y ah! cómo molesta no poder masticar las cosas y tener que escupirlas antes de deglutirlas... Lo mismo ocurrió en las penosas elecciones de 2006 y el avionazo de Mouriño. Tanta avidez de información, ¿Para qué?

Una cosa salió bien de tantísima información: Pocos trabajan en sus oficinas, casi todos están siendo desalojados, así que para no verse tan mala onda y una vez pasados los momentos cardiacos en el trabajo, el Príncipe decidió ponernos a trabajar en las tardes desde nuestras casas. Con toda la actividad parada, puedo teclear tranquilamente viendo mi ventana en un día soleado o una noche tibia. Debo decir que este aislamento me viene bien, sobre todo porque tarde o temprano, volveré al Castillo, a menos que un gracioso querubín con cara de puerco anuncie mi partida.

Parece triste estar encerrado, pero para esos casos recomiendo seguir mis malos consejos: Háganse una fiesta de dos.


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++ Dado que no pararía de trabajar y seguiría saliendo a edificios públicos exponiéndome a un mayor riesgo de contagio, pensé: ¿Qué pasaría si tuviera unos cuantos días de vida? Salvo que moriría atacada por los molestos síntomas de la gripe (por lo cual pasaría a dizque mejor vida con mi clásico achú-chingada-madre), no moriría infeliz. He vivido sabrosamente y a veces como pelotita de ping-pong. He leído obras que me han hecho pensar: todo está escrito y contemplado poesías sin poema, en fin, que en resumidas cuentas he estado en guerra y paz. Y habiéndolo disfrutado todo hasta aquí, me dejaría ir en caída libre...


miércoles, abril 22

La cita

Ayer estaba comiendo en las mesitas callejeras del Convite, disfrutando del airecito y  la lectura. De repente, el típico sonido de las llantas de aquellos que se quieren hacer notar, anunció la llegada de un auto negro, del cual se bajó un sujeto al más puro guarro style: cabello relamido, lente oscuro en día nublado,cadena de oro sobre atuendo negro. 

Seguí con la lectura y deseé que se sentara lejos de mí, dado lo pequeño del lugar.

Pocos minutos después, llega el sujeto con una rubia acompañante y se sientan en la mesa de al lado. Mi propósito eran ignorarlos, pero me cebaron la cebada cuando comencé a escuchar en un sonsonete del tipo 'goooeeiii' algunas de las perlas que acontinuación les comparto: 

  • Allá (en sus sueños, quiero pensar) todos me conocían, pero todos me tenían miedo porque ganaba todos los casos (ajá) y dejó de ser un reto para mí (claaaro, uno se aburre dNegritae ser tan chingón).
  • Me vine al D.F. buscando nuevos retos y me quisieron dar una Dirección General pero yo le dije al jefe que quería empezar desde abajo otra vez (aquí toda la rogatoria del jefe para que el susodicho 'aceptara' una Dirección General en PGR) pero que mejor me diera plaza de Ministerio Público, quería ganármelo todo (esto no se ve todos los días, alguien que insiste en hacer caer estrepitosamente su sueldo).
  • Y es que al venir de familia de abogados, pues ya lo traigo en la sangre, en mi familia nadie pierde (guau, estuve junto a un sangre azul)
  • Soy tan exigente que mis guardaespaldas traían el carro del mismo color que el mío, tengo una flotilla blanca y otra negra (aquí me estaba resultando casi imposible ocultar mi risa).
  • Ese que carro que ves, lo uso porque a veces mantego bajo perfil (el sujeto debe descansar del atractivo extra que le debe brindar su auto deportivo).


A lo anterior añádale las más sonoras alertas del nextel en altavoz (¿por qué no?, que todos los comensales sepan que en lugar hay un exclusivísimo nextel funcionando ¬¬) y una voz que chillonamente decía 'Hoooolaaaa'
 
¿Su acompañante qué respondía? Pendejadas. Lo dejaba lucirse y le decía 'pobrecito' por aquello de las amenzas y los guarros. 

Vaya, esa para mí hubiera sido la peor cita del mundo, pero seguro a ella le gustó, digo, igual y un buen día el sujeto le da uno de esos carros pertenecientes a su flotilla black and white y que seguramente tiene amontonados

Agh, qué horrible es conocer personas cuya carta de presentación es todo lo que dicen tener, todo lo chingones que dicen ser y lo indispensables que resultan en su trabajo.

La plática laboral es un tema, claro está, pero yo me refiero al típico y molestísimo 'Hola, soy tal y soy el encargado de tal rama de la empresa tal, que por cierto tiene presencia en todo el mundo', haciendo énfasis en tan internacionales labores. Luego dan una explicación detallada de la gente tan importante con la que tratan en el día a día. Farolez de principiante o naquez absoluta. 

Sé que es un tanto más complicado darte a conocer con lo que eres y no con lo que tienes, aunque seguramente le funciona a más de tres sacar a relucir sus verde$ ojos, aunque sean lentes de contacto de $100.

Por mi parte, prefiero hacerles primeramente una prueba de vuelo.

martes, abril 21

Yo escucharé tu voz

Whisper your name in an empty room 
You brush past my skin 
As soft as fur
Taking hold I taste your scent 
Distant noises 
Other voices
Pounding in my broken head 
Commit the sin 
Commit yourself 
- Other Voices - 

La voz es una invitación en una habitación oscura, plagada de deseo. La voz dice quédate. 
Susurra palabras de amor. Prepara el terreno para el encuentro y después del mismo, permite acariciar los sonidos.

Un buenos días, sobre tu cama, es suficiente para darle brillo al tiempo. 
Con la barbilla recargada en la mano, te miro esbozar una sonrisa,
hablando en un tono que sugiere 'soy tuyo'.
Entonces pierdo la cabeza y vivo sin deseos de encontrarla,
con tal que siga retumbando el timbre de tu voz en su interior. 

Algunas mujeres, tímidamente, dirán que te miran la espalda, los ojos,
Otras, más atrevidas mirarán entre tus piernas, 
Pero yo seguiré escuchando tu voz, 
Y por ello te besaré cuando me vuelvas a decir tres palabras, 
Y por ello te imaginaré delineándome el cuerpo con la lengua... 

lunes, abril 20

Candyman, candyman, candyman (o tentando al destino con Ana)

Hace varios ayeres recuerdo haber visto la película Candyman, basada en un relato de Clive Barker (otro de mis favoritos) pero tan chafa que en su reparto se encontraba Vanessa Williams hace mil cirugías. No resulta importante el argumento, sólo que el joven en cuestión regresaba a cortarte en dos, si osabas pronunciar su nombre cinco veces frente a un espejo.

El caso es que durante unas de mis noches de insomnio salí a cenar con Mariana y luego de eso siguió un café largo, qué digo largo, maratónico.

Fue de esas charlitas sustanciosas. Todo empezó con las últimas actualizaciones y no sé bien en qué momento derivamos en añoranzas y pintarrajeos de viejos recuerdos.

Ella insiste en esperar la vuelta de aquél primer amor, se ha conformado con su novio actual al dar por sentado que ninguno será igual al susodicho. Dice que si él se lo pidiera, lo aceptaría de vuelta y dejaría lo que estuviera haciendo.

Inevitable volver a mis recuerdos.
Inevitable nombrarlo.

Mariana me preguntó, si acaso volvería con él. Para mi sorpresa respondí que no.
Que no, porque aquella Ana ya no es esta Ana.
Que no, porque aquél no debe ser el mismo del que me enamoré años atrás.
Que si me pasara enfrente el mismo, no estoy segura de que me gustaría, porque toda yo he cambiado.

Entonces vino la otra pregunta, ¿Si pudiera volver a hablar con él, lo haría?
Tragué saliva, me acordé de su voz y nuestras pláticas, de la última conversación.
- Claro, platicar... sí, si lo viera -

Y vino la tentación de mi boca (vanidosamente me gusta pensar que como en los cuentos de Borges el destino fue ciego en contemplaciones):

Pero no lo voy a ver, resulta poco probable, casi imposible, no frecuentamos los mismos lugares y no, no, no ... de dónde podríamos tener algo que ver juntos?

- Pues nada más son abogados los dos -
- Ah sí, de distintas y alejadas materias, así que no, no creo que me ponga la vida enfrente -
- Da muchas vueltas -
- No, lo veo improbable - (Qué necedad la mía)

Parece que me puse frente al espejo y repetí:

candyman
candyman
candyman
candyman
candyman

El martes me habló Mariana para decirme que lo habíamos invocado, le habló para invitarnos a su cumpleaños el siguiente sábado. Le pidió que me avisara porque he cambiado demasiadas veces mi número.

No fui, claro está. Mi inasistencia estaba justificada con una fiestita al lado de una viejos amigos, en la que planéabamos calentar gargantas para ver a Metallica. Me repetí que aquella Ana no es esta Ana, que el pasado es más bien lo que recuerdo, que lo que termina debe terminar antes de contaminarse. Después de todo, ¿Quién quiere ser partido por su candyman?

Y al calor de la noche y las duff, hasta se me olvidó otra vez.



jueves, abril 16

Días de humo


Mirar el humo danzar fuera de un cigarrillo es como mirar la danza de una mujer cuando se despoja de su vestido. 
- Mondfleur - 

En la exposición Días de humo en el Soumaya, se hace un nostálgico recorrido por los días y las noches en que pululaban tertulias que transcurrían entre café y cigarros, días y noches que ahora van quedando atrás por la nueva moda del culto al cuerpo y el cuidado de la salud, por el deporteísmo tan IN.

Yo, fumadora esporádica, saboreo gustosa de un cigarro con los amigos, disfruto aún más el olor del humo, que se vuelve un compañero más en la mesa y que ahora nos tiene que acompañar de la puerta para afuera.

Una exhalación de humo lenta y larga, me pierde por unos segundos. 

Me recuerda a Marla en Fight Club fumando como estatua que ha cobrado vida, en medio de un patético grupo de apoyo, 

Me recuerda a Jean Paul Belmondo, sosteniendo el cigarrillo con los labios, increíblemente sensual, 

Me recuerda un fragmento de Rayuela, ese en el que 'Los dos lo sintieron en el mismo instante, y resbalaron el uno hacia el otro, como para caer en ellos mismo, en la tierra común donde las palabras y las caricias y las bocas los envolvían como la circunferencia al círculo, esas metáforas tranquilizadoras, esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar...'

--
Gracias por estos jueves de humo, por las amenas charlas y la grata compañía, los quiero. 


miércoles, abril 15

Haremos angelitos


Pocas cosas tan molestas me ocurren, como la vuelta al trabajo después de unas cortas o largas vacaciones.

Me acostumbro rápido a dejar el horario de exprimidor con el que vivo, me acostumbro a levantarme con la luz de sol, bien y de buenas y a desayunar lenta y ricamente. Fácil le agarro el gusto a preguntarme ¿Qué voy a conocer hoy? Ponerme unos tenis todo terreno y salir a explorar o unas sandalias y dar un paseíto.

Así que cada vez que vuelvo ocurre lo mismo: me asalta un insomnio indomable, supongo que he de extrañar la brisa suave, el camino tendido. Es común a todos, lo sé, pues ¿Quién no es feliz sin estrés? Pero hoy volveré a mi horario habitual de sueño. 

Algo debe tener que ver lo anterior, con que a mi vuelta al trabajo me esperaba una junta en Cuautitlán Izcalli, y así en un quejumbroso estado, atravesé la ciudad en obras y en horario laboral. Bonita bienvenida eh, ciudad!

En fin, hoy mientras leía este post de profana, más me convencía de que escogí a la mejor rumi. 

Varias razones, se me ocurre que:

1. No se alarmará por la existencia de botellas de cerveza en el refri, ni pensará que espero 'visitas' porque he comprado un vino.
2. Seguro no le molestará un eventual desorden, y si lo hay, hasta podremos hacer angelitos.
3. Carece de la tendencia mayormente femenina a molestarse y hacerlo evidente mediante jetas y comentarios que dicen todo, menos lo que dicen.
4. No encontraré TV Notas (!!!) en el comedor,
5. Ni escucharé una voz chillona chismeando,
6. Ni me contará detalles de la vida ciertos 'artistas'.
7. Ni empezará sus pláticas con el o sea, estás de acuerdo...
8. No creerá que soy una muchacha satánica porque escucho black metal de tanto en tanto.
9. En esa casa no faltarán las palabras malditas, a huevo!
10. No fingirá que no fuma.
11. Esa casa olerá a incienso (sin que piense que 'huele a Coyoacán' es un chiste muy gracioso) 
12. Y Calamaro sonará y sonara y sonará...


* Burra, no encontré la imagen de Bart y Homero haciendo angelitos...


martes, abril 14

Clint Eastwood, redoble de tambores


De puro mirar el trailer de El sustituto, podría pensar que se trata de otra peli, tal vez de hueva y lacrimógena, acerca de niños extraviados, intercambiados, muertos. Pero sucede que la dirige Clint Eastwood, entonces valdrá la pena echarle un vistazo.

La historia pinta sencilla: En los años 20's, Christine Collins (una Angelina Jolie que parece gancho con ropa), madre soltera, regresa a casa y no encuentra a su hijo. La policía lo busca y después de meses de 'intensa búsqueda' le entrega a otro niño. Ella está segura de que ese no es su hijo.

A partir de ese momento, la peli pudo irse en pique en manos de otro director, pero el buen Clint la hace despuntar, desnudando muy a su modo la corrupción y podredumbre del sistema de justicia y la ineptitud y estupidez combinada con afanes de respetabilidad que suelen tener los hombres en el poder, así como el gigantesco poder de la iglesia en la voz y persona de un John Malkovich tan disfrutable como siempre (casi todos esos errores eso se arreglaría con la timocracia, decía un iluso amigo).

Si a esa idiotilla respetabilidad le sumamos un tanto de autoritarismo, tenemos al Capitán J.J. Jones (Jeffrey Donovan) personaje que, a mi parecer, se lleva la película (y que hasta antes de verla sólo conocía por los anuncios extraños de burn notice). Donovan nos hace disfrutar incómodamente la soberbia y ceguera de un sujeto que no acepta la falibilidad como parte de su condición humana, capaz de destruir vidas por su reputación. ¿Malo? Absolutamente no, pero sí cegado y vanidoso: humano. He ahí otra virtud de la película, no lo etiqueta como malo, porque de principio a fin, el personaje repite que aquello que hizo era lo más conveniente. Y es que precisamente ninguno de la galería de los malos conocidos, se considera un malo maldito, sino que va de la mano con lo que dice creer.

En el camino, descubrimos la fatalidad tras los niños extraviados. Sigue sin juzgar y simplemente expone el dolor y las contradicciones de la sociedad, la cruedad humana, el frenesí por el papel sellado, por el 'papelito habla'.

Y al final no hay moraleja, sólo la vida continúa, con todo y las fracturas.

De la misma forma que con Río Místico, me quedó un sabor a peyote en la boca (amargo, amarguísimo).

Y así como puede hacer una peli que desnuda al hombre, sin calificativos, también puede hacer una palomera, como deberían ser las palomeras: ligeritas y graciosas, no por ello tontas.

Entonces dirigió Gran Torino, que cuenta la historia de un abuelo grinch cuya esposa acaba de morir y se ha quedado solo en su casa. Lejos de sus hijos, lejos de sus nietos, se muestra como un tipo duro, reacio a toda convivencia, a cualquier sonrisa. Un aguafiestas a quien nadie conoce, a quien nadie se acerca por sus poco amables comentarios. Un anciano con vigor, pero que por anciano ya urge verlo en un asilo, heredando en vida su bellísimo Gran Torino.

Pero ese abuelo (que seguro sería mi favorito) es un hueso duro de roer. Culpable de la lejanía de todos por su dureza, circunstancialmente se ve casi obligado a convivir con sus vecinos y a fuerza de convivencia, un par de adolescentes fincan los pies en esa hasta entonces intransitable tierra de por medio. Así que resulta entretenido ver como se reblandece el ex combatiente en Vietnam y cómo hasta el final, hace de su vida un acto de valor.

Si como Gran Torino fueran las pelis domingueras, seguro las vería más seguido, para reírme con chistes de 'hombres duros'.

Ambas muy recomendables.

lunes, abril 13

Vamos a la cama

Siempre en la cama ocurre lo mejor de la vida: el nacimiento, el amor, la escritura y la muerte.
- Sabines -

Pocos lugares tan multifacéticos como ella; te vio nacer y, con suerte, te verá morir.

Si la cama hablara, vaya secretos que revelaría.

¿Qué sabe la cama después de haber sido campo de batalla para los cuerpos, qué ve cuando uno se va y otro se queda, qué se imagina cuando los amantes se dan la boca o se dan la espalda?...

¿Podrán las camas, en lo más profundo de su ser, adivinar los holocaustos inminentes o las potenciales maravillas? En ese caso, ¿Podré convencer a mi cama para que me hable muy quedito en sueños la próxima vez que alguien le deje sus huellas y sus humores?

Tantas veces mi cama me ha visto distenderme, derrumbarme y arrumbarme, deshaciendo ovillos de ideas, que a los actos mencionados por Sabines, agregaría el pensamiento, origen de la escritura.

Escribir en la cama me ha resultado altamente disfrutable, pues a ella acuden las ideas, como si obedecieran a un llamado secreto y silencioso.

Es ella mi más grande tintero, mi café favorito, mi lugar predilecto que engrandece el tacto, estimula el olfato y se olvida, por momentos, de la vista.

miércoles, abril 8

Si Dexter estuviera entre nosotros


Muéstrenme un montón de hombres y yo elegiré al que me ofrezca la relación más meteórica, conflictiva y dispar.

Bien me decía un amigo que tengo ojo para elegir a los hombres menos pensados en sus peores momentos.
Sabia observación.

No siempre ha sido así, pero es cierto que algunas veces ha sucedido. Ignoro si se debe a mi 'simpática' tendencia a mantener relaciones cortitas que a puro ojo de buen cubero no llegan a nada o a mi eventual gusto por las que se autodestruyen sabrosamente.

Pues yo no sé de cierto, sólo puedo asegurar que me encantan los sujetos intensos, dignos de recordarse aunque a veces el sabor sea un tanto amargo.
Otras veces he ido más lejos escogiendo hombres de los que mi hermana y más cercanos amigos me han dicho ¿Pero qué te pasa?, Y yo, como de costumbre, respondo: es tan emocionante/desastroso/potencialmente dañino... oh yeah!

Por supuesto, no todos han sido así, tambien me gustó aquél hombre con el que la pasé tan bien, pero dado que no es fácil encontrarse esas agujas en pajares, venga a nos tu reino con la emoción!


Estaba pensando en refinar mi gusto por los potenciales desastres, alejándome de los depresivos patológicos y fanáticos religiosos, por algo más complejo de descifrar, sí, algo como Dexter, que hasta gusto me daría decir, ese es mi mounstrito!

martes, abril 7

Veo monitos

Hoy me siento mal mal mal, hartísimamente mal pero no podía faltar a mi 3 veces H. oficina por virtud de la Ley de Murphy: justo el día de hoy sólo yo puedo acabar con mis pendientes, pero en fin.

Pensaba dejar de lado mi fatal sentir, pero me di cuenta que mi mente ya anda vagabundeando: Donde dice Eric Moreno, leí Eric Monero. Le pregunté a un compañero por qué escuchaba esa canción ardilla, leí  'No mames', pero el título de una canción es 'No me ames'.

Ya veo monitos. Acabo y me largo. 

lunes, abril 6

Leer a Borges

La realidad, dice Savater, no tiene virtudes: dolorosa cuando quita, tacaña cuando concede, brutalmente sincera, desoye arrepentimeintos y permanece inalterable, intratable, es, en suma, descortés. De pie en el extremo de dicha definición, es claro que no se puede estar muy contento, pero es cuestión de dar algunos pasos para que la nitidez de la realidad comience a difuminarse. Entramos entonces en el terreno de la fantasía; llegamos, por fin, al mundo de Borges.

La acostumbrada certidumbre irreversible y de hierro comienza a desdoblarse, de pronto lo sólido ya es maleable. El camino borgiano ofrece una serie de elementos tan recurrentes como sorprendentes: pasado, tiempo, eternidad, fatalidad y muerte, entre otros, son los elementos básicos que, como buen alquimista, Borges usa en Ficciones para crear otro mundo, en el que la realidad tiene un espacio gemelo.

En ese terreno, menos pedregoso, comienza la deconstrucción de conceptos que hasta entonces había sido inobjetables. Certero, desliza preguntas inquietantes sobre la mesa: Inquiere si acaso no eres la humillada proyección del sueño de otro hombre; te obliga a rogar junto a él que la enorme Biblioteca se justifique; te convece que el Quijote reescrito por un contemporáneo es más meritorio;susurra que si el laberinto fuera recto también te volverías loco.

Cuestiona ideas angulares: Afirma que dios se hizo hombre hasta la infamia, asumiendo el papel de Judas, condenándose a la indiferencia con tal de guardar su terrible secreto. Comienzas a creer que la traición de Judas no fue casual, que fue un hecho prefijado que tuvo lugar en la economía de la redención: Sabes que el verdadero salvador se condenó al infierno, denostado por toda la eternidad.

Compruebas que no existen casualidades y que todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre han sido prefijados por él. Así que toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro es una cita, toda humillación una penitencia.

Te encuentras nadando en un mar de ficciones.

El tiempo se bifurca innumerablemente, ocultos propósitos comienzan a asomar la cabeza, el pasado se vuelve arcilla...

Entonces sueñas que también viajas al Sur y te ves saliendo de un arrabal del infierno; sientes el sabor de la atrocidad en la boca. Te preguntas qué estará haciendo la otra Ana, la que tiene los huesos hechos pedazos, mientras tu corres a lo largo de un sendero montañoso cuyo aire te aviva. Rozas un estado de gracia. Sigues corriendo y pasas al lado de un río, el sonido es magnífico. Justo ahí tus rodillas se doblan y tu corazón se detiene: También piensas que esa es mi muerte elegida y soñada. Del otro lado, vagamente recuerdas haber cruzado distraídamente una calle, sin escuchar el claxon ni la voz que gritaba: ¡Señorita!, sin atender el chirrido de los inútiles frenos.