Imagínense q en sus trabajos se ganan un viaje all inclusive a la playa y no tienen a nadie, pero absolutamente nadie a quien invitar.
Esa es la idea q plantea pápados azules al presentarnos a Marina (Cecilia Suárez), triste empleada de una fábrica de uniformes (cuyos horripilantes maniquíes seguramente más de uno de ustedes habrá visto sobre insurgentes) q al ganarse un viaje q de principio pinta muy bien.
Con la idea de no desaprovechar ese otro lugar, Marina comienza a llamar a sus antiguos amigos q desde tiempo atrás no contactaba. Pero los años no pasan en vano y los amigos traspapelados se pierden.
Ya sólo le queda su hermana, quien ve en ese viaje una oprtunidad para salir con su esposo, sin reparar en Marina, quien afortunadamente no accede.
Vuelve a quedarse donde empezó, sola y sin acompañante. Casualmente, una noche se encuentra con Víctor (Enrique Arreola) un antiguo compañero de la secundaria, quien la reconoce y le recuerda con entusiasmo nombres, apellidos y demás detalles de sus demás ex compañeros, contrario a Marina, q parece haber olvidado a Víctor y al resto de las personas q desfilaron por esa etapa.
Sin importar lo anterior, Marina y Víctor comienzan a salir juntos, con la intención de conocerse mejor antes de emprender el viaje... vaya parquedad de citas, vaya vacío de personajes... aunque Víctor parece tener un poco más de entusiasmo por la vida, también se ha quedado solo, aislamiento producido por la manía de seguir la ruta casa-trabajo-casa-trabajo... sin ningún otro interés q permita ampliar los horizontes vitales (por eso es q me niego a q cualquier cosa me absorba, ni mi demandante trabajo, ni mis manías o gustos. Me aterraría cosificarme, pero creo q eso, para mi buena suerte, ya no va a suceder).
La parquedad, tristeza y auto limitación de los personajes, claramente se proyectan en una secuencia donde no vemos sexo amoroso, pasional ni divertido, sino sólo un acto silencioso, mediocre... digno de una clase de biología.
El propio aislamiento, así como la falta de contacto humano distinto al de la rutina laboral, orillan a q Marina sienta ese miedo tan común para involucrarse con otra persona situación q desemboca en algo q ya se hacía esperar... pero bueno, como bien lo dice Juvenal Acosta 'huir es privilegio de los cobardes'.
A su regreso, Víctor la espera. Marina parece relajada, pero tan anodina como antes. Vuelven a salir, acompañando de nuevo sus soledades, al parecer es preferible eso a la otra orilla solitaria... El final puede ser leído de 2 formas, como una solución complaciente o bien, como la consecuencia errada, para mitigar la soledad q ninguno de ellos buscó.
Esta peli me recordó un poco a la excelente Deseando amar (In the mood for love, Wong Kar-Wai, Japón, 2000)... otra vez muy torpe el título en español... en fin, q los personajes de esta joyita también son un par de solitarios, pero a diferencia de Párpados azules, In the mood for love, deja intactas las consecuencias de la soledad y la costumbre a estacionarse en la propia rutina, lo cual elimina en ellos el valor que se necesita para experimentar la 'novela humana'.
Debo decir q los ratos solitarios me encantan, a veces busco estar sola un rato, a veces en silencio, a veces con la mente en blanco (q no vacía), a veces pensando, y vaya q me parecen momentos bien útiles... pero la soledad q pinta Párpados... es distinta, es de esas q no se buscan, sino q se atraviesan en el camino y no tienen para cuando irse, tal vez por errores propios. Esa soledad no la recomiendo, esa no se siente nada bien. Una cosa es encerrarte en tu cuarto pq necesitas, silencio y/o espacio y una muy distinta salir de tu cuarto, de tu casa de tu hábitat, sin encontrar a nadie... esos soles q brillan para sí mismos, terminan por no brillar...
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