Personalmente, hay pelis que me gusta ver una y otra vez, ya sea porque quiero sumergirme de nuevo en la historia, ponerme a tono con el humor de los personajes, o por alguna secuencia en particular. En cambio hay otras que sólo me gusta ver una vez, porque sé que las circunstancias en que las ví, me permitieron una lectura que en otro momento no sería posible. Tal es el caso de Carácter (Holanda, 1997).
Debió ser por ahí del ’99, época en la que estaba en la prepa, cuando conseguí la peli en una de mis incursiones al tianguis de la Biblioteca México, del que era cliente frecuente. Recuerdo que la compré porque poco tiempo atrás había leído un artículo sobre la misma y me propuse verla.
Entre proyecciones personales y gran asombró transcurrió la película y para cuando terminó estaba gratamente sorprendida. Creo que nunca antes los personajes de la pantalla se habían acercado tanto a la vida que hasta entonces conocía. A propósito, en su libro “Esculpir en el tiempo” (que, por cierto, les recomiendo mucho), Tarkovski dice que uno de los privilegios que ofrece el cine al espectador consiste en el privilegio de sentir como vida propia lo que se está desarrollando en pantalla… y vaya que tenía razón el cineasta ruso, pues mientras veía Carácter, caí en cuenta que estaba frente a una cinta que planteaba el problema de la incomunicación en forma tal que lo pude poner en perspectiva conmigo misma.
Pero bueno, vamos a la historia. El personaje principal (Katadreuffe) es la triste víctima de la incomunicación entre sus padres, al haber nacido en una familia ni medianamente integrada. El personaje de la madre, al enterarse de que está embarazada de su entonces jefe (Dreverheven), se marcha sin pedir nada; éste por su parte, incapaz de retenerla, parece conformarse con la idea de que ella sigue existiendo, sin atreverse a tener mayor acercamiento a su hijo. Desde el primer momento, la madre de Katadreuffe bloquea todo intento de aproximación emocional, lo cuida y provee, actuando en forma muy básica y hasta cierto punto primitiva, al evitar detenerse a tomar conciencia de sus propias circunstancias. Por su parte, Dreverheven exteriormente se revela como un personaje que infunde temor por la dureza de su carácter, barrera tras la que oculta una inmensa soledad.
El resto de la película trata sobre los intentos de acercamiento entre Katadreuffe y Dreverheven, dos personajes solitarios, incomunicados, agresivos, resentidos, que únicamente en un duelo de miradas (y vaya duelo!) encuentran campo suficiente para expresarse… y mejor les dejo de contar, antes de echarles a perder el final. Mejor vean la peli, de verdad vale la pena.
Creo q en la constancia del problema que plantea Carácter radica su atemporalidad (y según yo ese es uno de los mayores atributos de las bellas artes), pues pone el dedo en la llaga de la incomunicación… Pregúntense ustedes ¿Cuántas veces la incomunicación les ha echado a perder una relación?, ¿Cuántas veces el miedo a comunicarse con la otredad les ha provocado una bola de nieve de lo que pudo ser un montón de copos?
Acercarse a la gente, a tu gente, con la guardia baja, es lo que me enseñó esta peli, y añadiría acercarse dispuesto a escuchar, porque de lo contrario escuchas, miras y sientes al otro desde la orilla solitaria de tus emociones y prejuicios, pero visto desde tu perspectiva, nada que no sea compatible contigo mismo va a ser aceptable. Así que estaría bueno aprender a negociar y razonar antes de que te sorprenda un día de furia y algo estalle en tu cabeza...
1 comentario:
wuoo..
trataré de conseguirla =). suena interesante, yay!
ppff incomunicación..ya..no quiero hablar..
hahahahahah
saludos
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