viernes, julio 31

¿Qué es un viaje?

Un viaje es la invocación de la distancia para el encuentro, dice Federico Reyes-Heroles.


Desde que la conozco, esa definición siempre me ha gustado, tal vez por las veces en que he osado invocar esa distancia para el encuentro o para el olvido.


Suelo hacer viajes SEMI – aventureros, porque hace años que no acampo y por lo general me gusta bañarme con agua tibia. El caso es que para tales viajecitos [que no viaaaaajes], sé en dónde podría hospedarme y a qué pueblo llegar. No más. He ahí el cosito de la aventura, salir de A con dirección a B, sin predefinir qué tanto puede ocurrir entre ambos puntos.


Y es lo bueno: soltar las amarras, dejarse llevar. Soy una convencida de que la excesiva planeación y las cuadraturas, son tan aburridas (diría Cortázar) como escribir toda la vida en un cuaderno rayado.


He dicho alguna vez que detesto las rutinas y tal vez por eso me gusten tanto los viajes con todo y sus eventuales imprevistos, porque te ponen en ese aprieto tan común, tan sorteable y a la vez tan angustioso: aún haciendo las cosas ‘bien’, aún planeándolo todo anticipadamente, pueden salir varias cagadas.


He ahí la vida: una suma de planes de escritorio que en su mayoría son borroneados regresando de la práctica de campo.


A veces se desea que las cosas sean como las pensamos y ahí está el error. La realidad es y tú la acomodas, participas en ella. Así se sigue el camino con naturalidad, sin pensar si se borra o te pierdes.


De eso modo, viajar se vuelve una prueba de flexibilidad, con chancecitos para corregir o renovar y dejar atrás condicionamientos para volver a reaccionar.


Bueno, ya paramos con tanta chaqueta, que siendo viernes se antoja algo así [Friday I'm in love]:



miércoles, julio 29

Gomorra


Leí Gomorra de Roberto Saviano el año pasado y debo decir que me gustó mucho esta otra cara de la mafia, que a pesar de encontrarse desprovista de glamour, conserva esa cosita que hace de la mafia italiana tan dura de pelar: no sólo está enquistada en el tejido social, sino que lo ha permeado; más aún, ya no se concibe su existencia sin ella. Convertida en un pilar de la economía, el Estado hace lo posible por bajarse la banqueta cuando la ve pasar, y asegurándose de que nadie lo vea, se quita el sombrero ante su paso.


El libro transcurre entre drogas, alta costura y sanguinarias venganzas [nunca imaginé todos los secretos que escondía el puerto de Nápoles detrás de sus finísimas exportaciones], nos sumerge en el mundo nunca carente de sentido de estos suspirantes a matones de película que escuchan el más fresa pop italiano mientras le dan cuello a sus encargos.


Aquí un fragmento:

"Aquella mujer se pasó toda la noche arreglando la tienda, como si ordenar pudiese cancelar lo que había pasado, como si reestablecer el orden en los cartones de leche pudiera relegar a los pocos minutos en que se había producido la emboscada, sólo a esos minutos, el peso de la muerte."


Como buena seguidora de la cosa nostra, me emocioné cuando supe que se haría peli, aunque ya sabía que no vería a los típicos sujetos envueltos en trajes italianos, calzando zapatos perfectamente limpios, sino algo más parecido al grupo de Tony Soprano, mafiosos en pants.


Arrastré a la Sierpe al estreno de Gomorra (Matteo Garrone, Italia, 2008) y le aseguré que estaría buena (en realidada hablaba al tanteo). Error. Debí saberlo desde la secuencia inicial: una matanza en lo que parece un salón de belleza para caballeros, con algo de pop italiano sonando de fondo. No es que la secuencia por sí misma sea mala, pero toda película es así, no te calienta con la historia previa y simplemente entra directo a los balazos.


El libro me supo a destino fatal e insalvable [nacer en ciertos lugares significa ser el cachorro de perro de caza que nace con el olor de la liebre en el hocico]; la peli no me supo a nada.


Han pasado pocas semanas desde que la vi y puedo asegurarles que no pasó la prueba del añejo inmediato, no tiene ningún personaje memorable (la anécdota del vestido de Scalett Johansson francamente desluce y el de Angelina Jolie ni aparece). El cuarto de edición, sin problema pudo haber quitado 37 de los 137 minutos que dura.


Yo recomiendo que no la vean a menos que tengan poco sueño y necesiten algo que los incite a dormir, mejor échense el libro, pero si insisten en ver a la mafia en pantalla, opten por el GRAN clásico Goodfellas (Martin Scorsese, EUA, 1990).


miércoles, julio 22

John Dillinger no ha muerto


Antes de ver Enemigos Públicos (Michael Mann, EUA, 2009), Wade "Cry-baby" Water (Cry baby, John Waters, EUA, 1990) y William Blake (Dean Man, Jim Jarmush, EUA-Alemania-Japón, 1995) eran mis personajes favoritos interpretados por Depp. Ahora John Dillinger completa la Santísima Trinidad.

Aunque no soy gran fan de Michael Mann, me animé a ver la historia de John Dillinger (que por cierto no era TAN guapo como Depp), el asalta bancos que en los 30's se convirtió en el enemigo público número 1 y que después de su muerte quedó en la memoria colectiva de los norteamericanos, gracias a la combinación virilidad/juventud-economía en depresión gracias a los bancos - robo a los bancos que tanto mal nos han hecho.

Por supuesto que la película deja ver el famoso modus operandi de Dillinger, que de tan limpio le daba más mérito, así como sus graciosas aparciones con los policías (como aquella en la que entra a la división especial que lleva su nombre y mientras los agentes están mirando un partido en la tele él se pasea y les pregunta ¿Cómo van?), por supuesto que vemos la persecución de la que eran presa él y su novia por parte del agente del todavía nuevón FBI Melvin Purvis (interpretado por el siempre fresita Christian Bale). Fuera de eso, parece ser que la peli en realidad se trata de la historia de amor entre Dillinger y Billie Frechette (una muuuy bien lograda Marion Cotillard).

Cuando John conoce a Billie se enamora y le dice que no volverá a dedicarse a guardar los abrigos de la gente, pero ella sabe el riesgo que entraña liarse con un sujeto cuya vida está en peligro constante, pero vamos, que ese era el punto en que radicaba su seducción.

John le dice a Billie que lo quiere todo y en ese instante (premisa de su vida), ella pretexta que no la conoce y él le suelta el rollito de la historia de su vida. Luego le pregunta ¿Qué más quieres saber? Chingao! eso es decisión.

De igual forma que la dupla Bonnie y Clyde, la historia de este amor apasionado por peligroso y más deseado por eso mismo, me deja un buen sabor de boca que paladearé todavía por un buen rato.

El personaje de Dillinger expuesto como BIEN hombre-BIEN decidido, en pocas palabras AQUÍ MIS CHICHARRONES TRUENAN, queda claro en este diálogo:

John Dillinger: We'll go into Chicago tonight, have dinner and go dancing.
Billie Frechette: Johnnie; you can't go into Chicago!
John Dillinger: Why not? I can go there to rob banks; I can go there to go dancing with my girl.

Otra buena respuesta de Dillinger (espero el momento adecuado para utilizarla):

Melvin Purvis: What keeps you up nights, Mr. Dillinger?
John Dillinger: Coffee.

Un poco me recordó este diálogo que aparece en el GRAN clásico 'El halcón maltés' (EUA, John Houston, 1941):

Joel Cairo: Vas demasiado deprisa -
Sam Spade: - ¿Qué quieres, que aprenda a tartamudear?


Véanla, es laaarga pero muy buena, no se arrepentirán.


lunes, julio 13

Clive Barker. All you need is blood.





Como buen hijo del siglo XX Clive Barker sabe bien que el mal de aquel siglo fue el exceso: Exceso en la información, exceso la prisa, exceso en el lujo, exceso en las ciudades, exceso en el placer, exceso en el terror; sobreexposición de todo lo visible. Exceso que condujo al hastío y desde el cual sólo se puede volver provocar terror cimbrando las estructuras clásicas.

Entonces el autor tomó en un puño todos los miedos hasta entonces conocidos y dijo: Señores, esos son cuentos para niños. Luego planteó la idea de un terror anterior a la personalidad, un terror que hace temblar la mente, como él mismo lo dice, estremeciendo aquello que estaba a punto de rozar la indiferencia.

En ese contexto, la búsqueda de la vida eterna en su concepción tradicional es rota por Barker, quien nos ofrece una nueva posibilidad: Revela la existencia de una vida más allá de la propia carne que está escrita con sangre sobre la misma carne.

Cuando el coqueteo con la muerte ya no asustaba, En 1984 llegaron los Libros de sangre a devolverle su carácter de terror primigenio y así, el arquetípico deseo humano de evitar a muerte preservando al cuerpo tiene un castigo diferente en el Valle de la Carne, algo peor que el terror: la vida que no acaba después de que el cerebro le pide al cuerpo que deje de existir.

El terror que plantea Barker es una bestia a la cual resulta interesante tocar desde una forma indirecta una vez que se haya encontrando el camino oscuro hacia su corazón; similar a lo que ocurre en la película El sacrificio, protagonizada por Marlon Brando y Johnny Depp, en la cual un viejo Brando pacta un trueque: dinero que le resolverá la vida a su hija a cambio de la exquisitez de contemplar el momento de la muerte ajena, placer reservado a quienes desean apreciar la vida en todo su nuevo potencial.

Luego viene la construcción de figuras tan terroríficas como deliciosas: La mirada que ha quedado desprovista de casi toda humanidad, cuya única reminiscencia es una herida abierta y supurante.

Como ejemplo de las innovaciones barkerianas tenemos la resurrección adicionada con risas y cualquier sacrificio omite su hasta entonces obligado saludo reverencial, quedando reducido a un acto de carnicería.

El mito fundacional de una ciudad queda desgarrado al intercambiar la historia de los patrióticos héroes por la de un grupo de caníbales cansados que, a fuerza de mantenerse vivos (como si de ello dependiera el funcionamiento de la ciudad), clavan sus dedos en la carne tersa y reluciente de algunos ciudadanos elegidos, manteniendo a su alrededor una servidumbre silenciosa, consciente de su trascendental tarea.

La carne se encuentra desecha por el placer y es preciso reanimarla, la carne languidece después de haber sido sobreexpuesta y abusada, entonces llega el futuro del terror (King dixit) y nos lleva de la mano al punto de intersección entre placer y dolor, dice que sí hay placer y mucho terror más allá de los límites conocidos.

Con imágenes tan potentes como la Julia de Hellraiser que, enfundada en su vestido de novia, sostiene en las manos su propia cabeza, nos hace confirmar que lo único que necesitamos es sangre para volver a sentir, porque no hay placer como el terror... ajeno.

martes, julio 7

Licenciada no es un nombre

Lo he repetido una cantidad infame de veces: No me llamo Licenciada sino Ana Paula.

1. Todos los que estudian una licenciatura son licenciados,
2. No sólo los abogados son licenciados
3. Y no todos los 'abogados' son licenciados.

Aclarados tales puntos debo decir que hay una cosa más irritante y esa es que me digan 'Lic' o 'Mi Lic'.

Justo recordé eso ayer durante una junta en la que escuché unas 5 veces 'pues lo que la licenciada recomiende', que no, carajo que no me llamo Licenciada sino Ana Paula, pensé.

- Me gustaría que me dijeras Ana o Paula, le sugerí al sujeto ese.
- Es que a los licenciados les gusta que les digan licenciados (¿?), respondió.
- Sí, pero yo soy nueva generación, respondí y asunto resuelto.

Me pregunto de dónde salió esa extraña costumbre de llamar licenciados o, en su defecto, lecenciados a los abogados... pues qué son los demás?

Lo peor es que no soy la Licenciada Ana Paula o la Licenciada Rumu, sino simplemente la Licenciada. Con semejante alias, todo título rebautizado suena feo, vean:

  • La Licenciada y el mar.
  • Platero y la Licenciada.
  • El Licenciado Páramo.

Pfff, qué gacho. En un par de años me quitaré este lastre y aún así, la gente seguirá diciéndome licenciada, lo sé.


lunes, julio 6

Post con retraso

Años atrás la sierpe me servía de dj matutino (mientras aún tenía un horario decente de entrada) y podía irme en paz y desayunada a mis labores. Uno de aquellos ayeres el blue me pegó bien fuerte, así que pedí una canción que me alegrara un pelín. Las primeras notas de fade to black sonaron y con los ojos rojitos estallé en risas. -Demonio de serpiente, le dije, -querrás que me suicide.



Así pasaron años y años de entonar las canciones de nuestra Gran banda en la sala. Cientos de anécdotas tenemos, al igual que los cientos de hijos de Metallica que el pasado 6 de junio hicieron tronar el foro sol entre gritos y headbangs furiosos. Efectos secundarios: mis movimientos robóticos durante 3 ó 4 días. Inolvidable.


Luego le siguió el vive latino. GrAAAndes bandas, GRAaaaNDES descubrimientos y bonitos, RE bonitos momentos. Pate de fuá con sus tanguitos hicieron mi delicia en la carpa intolerante, Maligno me dejó con ganas de entrar en la UNIVERSEVIL. León de Zoé como siempre una delicia sobre el escenario con ese aspecto entre perdido y alterado TAN pero TAN agradable al ojo. Adanowsky es aún más sexy de lo que suena (y suena a cabaretito), Molotov y Jaguares me hicieron recordar los bonitos tiempos idos, en los que no tenía responsabilidad alguna y me dedicaba a saltar. Recordar a Yokozuna aún me hace reír. La Casta y sus diablos sobre el escenario fueron todo un viaje, los Cadillacs, una fiesta, Calamaro querido! cantó una estrofita de volver y me hizo muy, muy feliz.

Luego por supuesto que tuve mi atasque de Calamaro en el Plaza Condesa donde, contrario a los pronósticos, una bola de pendejetes se armaron a golpes justo durante el inicio de 'sin documentos' de modo que el cantante detuvo la canción hasta que pararan la riña. Ash, para la otra que toque en un lugar más civilizado, como el circo violador. Al margen de eso fue un concierto ma-ra-vi-llo-so, lo ví de cerquita, lo escuché con euforia y para mi sorpresa al lado tenía a un fan from hell superior a la rumi y a mí. Abrió con La parte de adelante, cantó Media Verónica, Me estás atrapando otra vez y sus demás clasicazos de concierto. La parte de tangos fue fenomenal, por un momento mi vida transcurrió entre Cuatro claveles y noches negras, entre amor, pesar, dolor. Como siempre, faltaron canciones. Éeeextasis al salir.
Tanto rock.

Corte y luego, mi lap Scarlett, la (hasta hace poco) furtiva amante de mis noches despertó de su largo sueño sin internet, producto de la reciente mudanza.

Y cuando Scarlett despertó,
el PRInosaurio segía ahí y se había comido todo el pastel (dirían Monterroso, La Jornada y Armando Ramírez). Se veía venir, y aún así en el 2000 no me lo hubiera imaginado ni de lejos. ILUSA.

Tal vez haya sido el extraño retorno del PRI (¿Habré tenido el mismo sueño que el duende preguntón?) o el cambio de clima, qué se yo, pero esta mañana no podía quitarme esta estrofa de la cabeza:

Oh you know how it is
wake feeling blue
...
black clouds and rain
and pain in your head
and all you want to do is stay in bed.
- The Cure -